Es la sociedad civil, idiota (IV)
La masacre de Tlatelolco en 1968 fue la reacción desproporcionada de un Gobierno que actuó torpemente, pero sobre todo fue la expresión de un sistema hegemónico que se sabía debilitado. La huelga de médicos en 1964, que sólo buscaba algunas reivindicaciones salariales, fue aplastada física y moralmente. En 1965, la publicación de “Los hijos de Sánchez”, un testimonio de la desigualdad en la capital fue otra afrenta al sistema hegemónico. Sus propios intelectuales, desde el Fondo de Cultura Económica, habían permitido esa publicación. Por su parte, las organizaciones civiles hacían su trabajo de denuncia ante la violación de derechos humanos, y los partidos adversarios seguían aumentando.
El PRI sentía como crecía el descontento, el cual de una u otra forma implicaba que el mismo venía de sus propias bases, pues al final de cuenta sus ramificaciones abarcaban a toda la sociedad mexicana. Cuando los médicos o los intelectuales protestaban eran sus propias bases quienes levantaban la voz. “¡El corporativismo obrero no se toca!”, el PRI no podía permitir que su base protestara. Aquello era una traición. A eso se debía sumar la presión que en el año 1968 se celebrarían las Olimpiadas en México, y el país estaría en el centro de la opinión pública mundial. Las protestas estudiantiles ese mismo año eran una traición mayor y debían controlarse.
Todos estos elementos se conjugaron para que unas protestas estudiantiles con demandas muy precisas, y lo suficientemente elementales como para no trastocar el sistema, terminaran en una tragedia, donde decenas de jóvenes, además de mujeres y niños, fueron asesinados. Con el tiempo se han develado los detalles de aquella noche. Y dos eventos surgen como factores que influirían en gran medida en los años siguientes.
El primero fue la trampa que el propio Gobierno le tendió al Ejército apostando francotiradores, lo que desencadenó la masacre, y dejando a la institución castrense como la responsable. Aquello marcó un distanciamiento silencioso entre el principal órgano de represión y el Gobierno.
El segundo elemento que marcó una ruptura fue lo desmedida de la represión, la brutalidad de esta era moralmente insostenible. Los intelectuales alzaron la voz. Algunos de ellos incluso siendo parte del sistema, como el caso de Octavio Paz, quien era embajador de México en la India. Por otra parte, los medios internacionales transmitieron imágenes de la masacre, lo que derrumbó la imagen internacional de México como una democracia. De esa manera, Tlatelolco se convirtió en una derrota moral para un régimen que ya llevaba años tratando de contener las expresiones de descontento generadas por las contradicciones del sistema, fundamentalmente en términos de desigualdad y falta de pluralismo.
Después de 1968 se abrieron dos caminos de lucha, la vía armada y la vía pacífica. La primera estuvo dominada por los movimientos de izquierda, inspirados en la Revolución Cubana y enmarcados en plena Guerra Fría. Esto último trajo como consecuencia que un movimiento que no representaba una amenaza real para el sistema fuera reprimido con brutalidad en la llamada Guerra Sucia, la cual ya se venía desarrollando desde comienzo de la década pero que se intensificó después de la masacre de Tlatelolco. La segunda vía fue la pacífica, la cual lentamente fue permitiendo que quienes adversaban al PRI fueran ganando espacios, y cuyo principal instrumento fue la vía electoral.
La Iglesia, las organizaciones civiles, y los partidos políticos, sin importar su signo, se fueron aglutinando en torno a una ruta electoral. Fueron ocupando cargos de elección popular, ganando alguna alcaldía, forzando reformas electorales, y así ocupando posiciones de poder. Como escribiría Octavio Paz en Posdata (1970) refiriéndose a la crisis histórica que vivía México y su salida: “no era la (vía) revolucionaria que proponían los líderes estudiantiles y la mayoría de la izquierda sino la instauración de una verdadera democracia”. De esa manera Paz señalaba lo que sería la ruta para la transición los siguientes años en México, la cual eventualmente conduciría al fin de la hegemonía del PRI.
Twitter: @lombardidiego