Es la sociedad civil, idiota (III)
El México de finales de los años 1920 ya lucía bastante distinto en comparación al de comienzos de siglos. En dos décadas se había acabado con el régimen dictatorial de Porfirio Díaz y la Revolución Mexicana sumió luego al país en una lucha entre facciones en la que muchos de sus líderes fueron asesinados. El punto de ruptura con la dinámica de confrontación violenta llegó con el asesinato de Álvaro Obregón, y el manejo de la crisis que tuvo Calles, en especial la creación de un partido hegemónico que permitiera trasladar la lucha entre facciones de la arena de las armas a la arena política. Con el partido único creado llegó la inevitable confrontación interna por su control.
Quien finalmente reta a Calles y se lleva la victoria es Lázaro Cárdenas, apoyado por una mayor base popular. Cárdenas inicia así una segunda etapa, la de la estructuración social del partido, y con ella la del país. Su clave sería la ampliación de la base de apoyo de campesinos y obreros, lo que no le evitó tensiones con los Estados Unidos. Esa base, quizás sin saberlo, contribuyó a ir creando un entramado de organizaciones civiles de carácter nacional que, si bien en ese momento eran parte del partido, en algún momento pudieran tener voz propia como organizaciones de la sociedad civil.
La siguiente fase de ordenamiento del país fue la económica una vez aglutinadas las fuerzas de la revolución en torno a un partido. Y, por otra parte, al encausar las organizaciones sociales también a lo interno del partido la anarquía de comienzos de siglo parecía controlada. El siguiente paso era modernizar el país. En este sentido, Miguel Alemán Valdés emprendió la industrialización de México tomando en cuenta una preocupación dentro de la élite nacional. El país se había mostrado vulnerable a la dependencia del petróleo, por lo que diversificarse era fundamental. Así, ocurrió algo impensable para los primeros revolucionarios: darles protagonismo a los empresarios.
Octavio Paz, en una conferencia dada en la Universidad de Austin en Texas en 1969, justamente marcó las tres etapas antes mencionadas, definiéndolas como. La creación de un nuevo Estado. La reforma social. Y el desarrollo económico.
De acuerdo con Octavio Paz estas tres etapas dieron forma al México de la primera mitad del siglo XX. No se trató de un proceso concertado, ni exento de tensiones y contradicciones entre las fuerzas del partido hegemónico. Pero al final era la voluntad del presidente de turno la que terminaba marcando el rumbo y dando el toque personal a cada etapa, señalando esto otra característica del sistema mexicano de la época: el presidencialismo.
En el mismo período mencionado, incluso antes de la llegada de Cárdenas al poder, otro fenómeno ya había sido puesto en marcha: el fraude electoral. “Dentro del partido todo, fuera del partido nada”, pudiera ser la frase que mejor describa el contexto en el que se desarrolló la política mexicana desde 1929. Todo el sistema antes descrito descansaba en un sistema diseñado para celebrar elecciones sin el riesgo de perderlas. Así, México simulaba ser una democracia, daba cierto espacio controlado a los adversarios, controlaba a la sociedad civil entre prebendas y persecuciones, y mantenía un frágil equilibrio con su vecino del norte y en las relaciones internacionales en general.
El resultado de lo anterior tuvo una doble vertiente. Por un lado, se logró pacificar el país, y con la pacificación llegó el orden y las posibilidades de crecimiento económico. Pero, por otro lado, se fueron sembrando las bases de la inconformidad política y social. La primera porque los adversarios no tenían un espacio real en el cual competir, y en los segundos por las desigualdades que se hacían evidentes. Estos elementos se fueron acumulando como fuerzas soterradas que se manifestarían hacia finales de los años 60’s y que eventualmente conducirían a una mayor apertura democrática en México.
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