De una enfermedad crónica
Los problemas de la vida pública ciudadana suelen pasar inadvertidos. Quizá por demasiado obvios.
El paso de la ballena fumigadora ha creado sendas tumbas de asfalto. La enfermedad crónica del pavimento también tiene por origen en los rellenos de una emergencia que se prolonga.
Algo planificaron dos o tres ingenieros civiles al esgrimir su condición de vecinos afectados. Pero no hay cabillas ni cemento para el remiendo y las autoridades o los llamados colectivos armados tampoco aceptarían que tocasen un ámbito que lo asumen como exclusivo y excluyente.
Les pertenece toda calle y avenida. Sólo ellos tienen el salvoconducto para recorrerlas y decidir.
La situación tiende a agravarla el relleno voluntario de tierra para el asfalto resquebrajado. Improvisada ingeniería de ocasión para sincerar estos tiempos de pandemia con los peligros que acarrea.