A ese cuento le falta y le sobra un pedazo
No cabe dudas de la desconfianza sobre sobre las alocuciones del régimen de Maduro en relación a la pandemia. Es que no se le cree. Y además se le ven las costuras de una política bastarda en medio de tanto sufrimiento mundial.
Por eso decimos que “falta y sobra” en los partes informativos de un régimen cuya política comunicacional siempre ha sido la mentira, los fake news y los bulos. ¿Si siempre ha sido así, por qué no ahora cuando también se ha abierto un conflicto geopolítico que repercutirá en la crisis de modelos políticos, económicos y sociales?
Ni dentro ni fuera del país le creen sobre sus cientos de miles de pruebas supuestamente realizadas; siendo esto una cantidad que ni de cerca le llegan países con capacidades institucionales y sistema de salud más desarrollados. Menos se le cree eso cuando el 2 de abril la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) divulgó que, según cifras facilitadas por el mismo régimen de Maduro, hasta el 31 de marzo se habían efectuado 1.779 pruebas (eso lo hace Colombia en un día), y mientras eso se exponía, Jorge Rodríguez nos decía a los venezolanos que diariamente en Venezuela se hacía un promedio de 3.000 pruebas. Es decir, pareciera que a los organismos internacionales se le envía una información y a los venezolanos se le dice otra cosa.
Además de la “verdad”, hay otras carencias en los comunicados oficiales. Por ejemplo, nada dice de un plan para paliar las consecuencias económicas del coronavirus.
No dice nada sobre el Banco Central. ¿Qué hará ante esta interrupción prácticamente completa de la producción nacional por tanto tiempo? ¿En verdad cuál es su plan con los trabajadores informales e independientes para que al menos sobrevivan en este caos?¿Qué política de estímulo tiene para lo que quede de empresas en el país cuando salgamos de la cuarentena radical?
Pero el régimen también se ha desentendido de que el coronavirus está acompañado en Venezuela de otras tragedias, como el de la escasez de gasolina, la hiperinflación y la subida horrorosa del dólar. La escasez de cilindros de gas en casi la mitad de los hogares. El incremento de las fallas de electricidad, sobre todo en el occidente y centro del país. Y ni pendiente de la problemática de la falta de agua en miles de casas, y nada que ver con la debacle del sistema de salud y hospitalario porque las otras enfermedades y dolencias no se detienen.
¿Y qué sobra en las alocuciones de Maduro? Sobra la sádica gozadera de él y de Jorge con el sufrimiento del pueblo norteamericano. Sobra el chismorreo y la comparación cacofónica de sus cifras de plastilina para con los números de Colombia, Ecuador y Brasil. Sobra la adulación jalamecateril a China, que por supuesto hasta yo agradezco el material que manda, pero estoy consciente de que se trata de su “diplomacia de la mascarilla” para tratar de tapar en el mundo la irresponsabilidad histórica derivada de su cultura totalitaria que impidió que el planeta se percatara desde noviembre de que un atroz virus había surgido de nuevo, como otros en el pasado, de sus insalubres mercados.
¿Quieren que les diga una cosa? Cómo quisiera creerle a Maduro y a su combo. Quisiera creerles para dormir tranquilo y abrazar a los míos, pero “deseos no empreña”.