¿Votar por colores?
En los inicios de la democracia venezolana había mucho analfabetismo. Por ello los líderes políticos establecieron un sistema de votación con tarjetas de colores. Los partidos escogían el color que los representaba para usar en la tarjeta correspondiente. En un inicio el blanco, verde, el amarillo y el rojo fueron escogidos por los partidos de la época.
También había dos tamaños de tarjetas, llamadas coloquialmente “tarjeta grande y tarjeta pequeña”. La grande era para escoger el presidente y la pequeña los senadores, diputados nacionales,diputados estadales y concejales.
Más o menos se sabía quiénes eran los candidatos a Presidente y cual tarjeta correspondía a cada uno.
Por ejemplo en 1958, la blanca correspondía a Rómulo Betancourt. La verde a Rafael Caldera, y la roja y la amarilla a Wolfgang Larrazábal. Con la pequeña no se sabía por qué personas se votaba, o era muy difícil conocer las listas de senadores, diputados, concejales o diputados estadales y así poder escoger o saber por quién se sufragaba. Los puestos eran distribuidos de acuerdo a los votos recibidos por tarjeta de acuerdo al Método D’Hondt que más o menos otorgaba el número de representantes de acuerdo a porcentajes recibidos en cada distrito (equivalente a municipios de hoy) o estados.
También existían los diputados y senadores adicionales llamados por cociente que le daba a los partidos que no obtenían representantes en las circunscripciones pero que si se sumaban sus votos no ganadores obtenían el cociente requerido.
Al pasar los años un grupo de venezolanos comenzamos a pedir que el voto fuera personalizado. Que se votara por nombre y apellido y no por listas y tarjetas de colores que no permitían saber por quién se votaba para los cargos de representación local, regional y nacional. Esto se logra a finales de los 90 aunque la forma de presentar los llamados “tarjetones” aglutina los diputados por nombre y las tarjetas para los diputados “lista” y se pierde un poco la nominalidad, pero era un avance.
La legislación establece que la mayor parte de los diputados serán electos nominalmente. Esto ha llevado a reclamos de algunos partidos cuyos candidatos no obtuvieron escaños a reclamar que se regrese a una elección por partidos (voto por lista en su totalidad) y que se otorguen diputados a las organizaciones que no los ganan directamente pero que sus votos lista sumados nacionalmente alcanzan el porcentaje mínimo o cociente (actualmente en 1,1%). Y así les permitan acceder a la asamblea nacional (diputados adicionales o “golilla”).
No debemos retroceder a elegir por tarjeta de colores (listas poco conocidas). Al contrario debe avanzarse para que se separen los votos nominales en tarjetones o a espacios distintos a los lista y que esos candidatos nominales tengan minimizado el nombre de las organizaciones que los apoyan. Cuando se elige nominalmente se puede acudir al representante elegido, ya sea en el municipio, el estado o la asamblea nacional, a exigir el cumplimiento de sus promesas.