Tensa expectativa
Nuestro distanciamiento social del resto del mundo – migratorio y turístico- ha actuado omo la mayor barrera a la entrada y propagación de la Covid-19 en nuestro suelo. Admitiendo que no hay mal que su bien no tenga, la ruina e inseguridad imperantes en el país han aportado como socorro colateral, ante la actual pandemia, el alejamiento de visitantes potenciales portadores del mal.
También ha sido factor de contención de la propagación del virus la observancia disciplinada del protocolo de aislamiento y demás normas de la Organización Mundial de la Salud por una parte importante de la ciudadanía.
Pero en nuestras zonas mas vulnerables este protocolo es abierta e inevitablemente incumplido por quienes tratan de abastecerse de alimentos con su mísero ingreso real o claman angustiados por gas doméstico, agua potable, combustible y otros servicios públicos, todos gravemente escasos. También por humildes trabajadores informales desprotegidos, que si no trabajan no comen…
Las autoridades sanitarias mundiales observan con aprensión una eventual aceleración de la propagación del virus en Venezuela por las precarias condiciones de salubridad imperantes.
La encuesta nacional de hospitales indica que la infraestructura sanitaria carece de recursos para afrontar casos sospechosos. No llegan a 100 las camas en las unidades de cuidados intensivos, incluidos los ahora críticos respiradores. Es conocida la carencia de servicios continuos de agua y electricidad en los hospitales públicos así como de medicamentos e insumos médicos. Sin la resonancia del virus chino, en Venezuela hacen estragos a diario la malaria, la fiebre amarilla, el sarampión y otras endemias, amén de la mortalidad infantil por malnutrición y cáncer no tratado o las muertes de enfermos renales sin posibilidad de diálisis.
En nuestro país todavía transitan por sendas paralelas el virus chino y la vulnerabilidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos, la plegaria más fervorosa es porque no converjan en ningún momento.