Las “armas” de la revolución mal llamada bolivariana
El insulto, la descalificación, el agravio y la sin razón, además de ser las armas de la mal llamada revolución bolivariana parecen ser el norte en los discursos que pronuncia Nicolás Maduro y personeros del gobierno. Sin el menor rubor lanzan denuestos contra quienes políticamente los adversan. La grosera actitud desdice mucho del mensaje que plasmó el Libertador y otros próceres de nuestra verdadera independencia en el curso de sus vidas.
Estos “revolucionarios” de nuevo cuño los invocan repetitivamente para exaltar su presunta identificación con la causa revolucionaria libertadora pero no evocan el contenido de su legado.
El General de Brigada e historiador Eumenes Fuguet Borregales, en un artículo publicado hace tiempo sobre la Proclama del General Rafael Urdaneta luego del fallecimiento de El Libertador, nos muestra la gallarda y noble actitud asumida por los valientes patriotas venezolanos que nos liberaron del yugo español, hombres que desprendidos de egoísmo, mezquindad, envidia, odio y exclusión, lo dieron todo en favor de la verdadera causa libertadora. Una lección para quienes se rasgan las vestiduras exaltando a nuestros prohombres de la Patria, de la boca para afuera, pero divorciados del verdadero sentido patriota que tanto “invocan”.
Trascribimos en el párrafo que sigue el contenido textual de dicha Proclama que, ojalá, asimilaran estos nuevos redentores y sacrificados revolucionarios socialistas, marxistas mal llamados bolivarianos. Ellos, en los actos oficiales, ponen de manifiesto su poco talante democrático, de armonía, paz y conciliación, echando por tierra el amor que tanto predican sentir por el pueblo venezolano.
A continuación su contenido:
«El excelentísimo señor Simón Bolívar ha pagado hoy a la naturaleza el precioso tributo de su importante vida». Urdaneta al conocer la infausta noticia emite en Bogotá el 9 de enero de 1831 una conmovedora proclama, llamando a la tolerancia y a la unión fraternal para salvar la patria de la anarquía: «¡Colombianos¡ Agobiado por el peso del dolor, me esfuerzo no obstante, por cumplir con el más triste de mis deberes como magistrado, como ciudadano, como amigo. Os anuncio que ha cesado de existir el más ilustre entre todos los hijos de Colombia, el Libertador, el fundador de tres repúblicas, el inmortal Simón Bolívar. Después de haber agotado hasta las últimas heces del cáliz de amargura que le ofreció la suspicacia de algunos conciudadanos suyos, ha pasado a la región de las almas, dejando un vacío inmenso en Colombia, en América, en el orbe civilizado».
«¡Colombianos¡ Deseoso de que no se malogren los esfuerzos inauditos de aquél varón esclarecido por la independencia y la libertad de nuestra tierra, me ocupo actualmente de dictar aquellas medidas que demandan el reposo y bienestar de los que viven sometidos al Gobierno Nacional, y de negociar con los que no lo están, los medios de llegar a un avenimiento amistosos, que tenga por resultados, reorganizar a Colombia y presentarla de nuevo a los ojos de las naciones en su pasada majestad y esplendor.
En nombre de la independencia y de la libertad, convido a todos los que abriguen en su pecho sentimientos nobles y generosos, a que coadyuven a la bella empresa de restaurar Colombia. Venid, pues, colombianos al templo de la concordia, venid conmigo a darnos un abrazo fraternal. Sólo así evitaremos que el país sea patrimonio de la anarquía más espantosa y devoradora que jamás vieron los siglos”
Al siguiente día, el «siempre leal” Rafael Urdaneta, convocó una junta de notables, con la finalidad de explicarles en su condición de presidente provisional, la conveniencia de dejar el alto cargo, asumido con la condición de que el Libertador lo pudiera recibir; fallecido éste, quedaba sin efecto su nombramiento. Los asistentes en forma unánime recomendaron que no renunciara. Ante la presión ejercida por los enemigos de Bolívar y para evitar una guerra civil, Urdaneta renuncia a la Presidencia de la Gran Colombia ante el Consejo de Estado reunido en Apulo, cerca de Bogotá el 30 de abril de 1831, allí dijo:
«Mi continuación al frente del Gobierno no es ya necesaria; he resuelto en consecuencia separarme de los negocios públicos y no debiendo ni queriendo mandar más, he cesado en este instante en el ejercicio de las funciones del Poder Ejecutivo. Ruego por tanto al Consejo ocupe sin pérdida de tiempo, de nombrar la persona que haya de encargarse de la suprema autoridad. Al terminar mi vida política estoy satisfecho porque mi conciencia me dice que he cumplido con cuantos deberes me impuso la patria en la delicada situación en que me he visto colocado«.
Un ejemplo de civismo, lealtad, consecuencia, respeto y ética moral de los verdaderos Próceres de nuestra libertad e independencia. Priva un proceso de socialización y culturización de quienes desarrollaron capacidades físicas, intelectuales, habilidades, destrezas, técnicas de estudio y formas de comportamiento, ordenadas con un fin social: valores, moderación del diálogo, debate, jerarquía y cuidado de la imagen, entre otras cosas.
El problema es que para muchos revolucionarios mal llamados bolivarianos la ideología detrás de la represión, de la anarquía, los pone del lado de la vereda de la cual siempre han buscado diferenciarse.
Lamentablemente el móvil sigue siendo político y no una postura sensata. En la sociedad existen situaciones simplemente inaceptables que ameritan arrancarlas de raíz. Si no, se pueden traducir en una avalancha incontrolable, en una innegable repulsa popular, por la tozuda posición asumida.
Miembro fundador del CNP-122
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