La otra marcha (silenciosa)

Opinión | marzo 10, 2020 | 6:13 am.

El día de hoy, martes 10 de marzo de 2020, nuevamente los venezolanos han sido convocados a una marcha. No quisiera entrar en la diatriba bizantina sobre si vale la pena o no asistir a tal actividad. Es harto conocida la posición maniquea de algunos sectores de la oposición. Si no apoyas a sus líderes y sus ideas, te tachan de infiltrado, colaboracionista, G4 cubano, y pare usted de decir tantas sandeces.


Si usted, amigo lector, siente que esta vez sí va a cambiar algo con esta enésima marcha, sea feliz y marche. Busque su agüita, su protector solar, su vinagre, su bandera y váyase a los puntos de concentración. O si, por el contrario, considera que esta (enésima, insisto) marcha terminará a las tres de la tarde con algunos discursitos destemplados llamando a la renuncia de Maduro, en el mejor de los casos, no se sienta mal de quedarse en su casa. Créame que le asiste todo el derecho de sentirse desilusionado, engañado e indignado por la falta de resultados tangibles de la “Encargaduría”.

Sea que marche o no, lo que sí es cierto es que nadie tiene derecho de erigirse en censor moral de ningún venezolano. Es de una ruindad infinita que quienes marchen se sientan moralmente superiores a los que decidieron ser objetores de conciencia y no participar el día de hoy. Porque no se puede seguir exigiendo a los venezolanos que se inmolen inútilmente mientras se han realizado negociaciones secretas a espaldas del interés ciudadano, mientras se oculta el destino de los fondos internacionales de ayuda humanitaria, mientras se piden elecciones con los mismos esbirros, narcotraficantes y corruptos en el poder.

Por otro lado, muchos venezolanos han venido marchando contra el régimen todos los días en las últimas décadas. Es la otra marcha. Una marcha silenciosa que se opone a que caiga la República en manos del oscurantismo. Es esa marcha silenciosa de los maestros todos los días hacia la escuela del barrio, para dar clase con un sueldo de hambre a unos niños hambrientos. Es esa marcha silenciosa de los médicos y enfermeras hacia los hospitales semidestruidos y sin insumos, para tratar de salvar alguna preciosa vida humana. Es la marcha silenciosa de los campesinos hacia su parcela, produciendo la poca comida que le será arrebatada por las bandas armadas o por la propia Guardia Nacional en las alcabalas. Es la marcha silenciosa de seis millones de venezolanos en el exilio, tratando de lograr algún dinero para mandarles a los familiares que quedaron en Venezuela.

Que nadie se atreva en dudar del patriotismo de esos marchantes silenciosos. Pero que tampoco nadie los tome por tontos útiles. Estoy seguro que esos marchantes silenciosos serán los primeros en aparecer si la Encargaduría diera los pasos acertados y definitivos para el cese de la usurpación, la creación de un gobierno de transición y el llamado a elecciones auténticamente libres. Seguimos esperando por ello.

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