Coronavirus y celebración de la eucaristía
Fruto de la oración o de una inspirada reflexión teológica, o ambas a la vez en reclamo de la experiencia humana, las homilías católicas constituyen un esfuerzo que creyentes y también no creyentes valoran. Ocurriendo igualmente en otras afiliaciones religiosas, el solo contraste con la molicie y podredumbre ética de dos décadas bajo un mismo socialismo abre las puertas generosas hacia un distinto sentido de la vida.
Las incontables homilías de sacerdotes venezolanos escasamente son documentadas por meritorias que fuesen. Quizá por la infranqueable modestia del ejercitante de la palabra, el tratamiento de muy trillados asuntos cotidianos, la falta de tiempo para preparar una intervención de fondo, o por no arriesgar alguna interpretación que disguste el Obispo, lo cierto es que no queda constancia más allá del testimonio de los feligreses.
Solemos quejarnos porque cada parroquia puede tener un portal digital y ofrecer el mensaje esperado por aquellos que no tuvieron oportunidad de escucharlo personalmente, o sencillamente desean recordar, en una época de relativo acceso a las redes digitales y a los equipos que le sirven de soporte. En otros países de habla hispana ocurre algo semejante y no son muchos los textos o videos recientes que hallamos referidos a la lectura de cada domingo.
Traemos esto a colación porque la pandemia del coronavirus aconseja cerrar las iglesias y no celebrar las misas acostumbradas, algo antes inimaginable que ocurriese tan masivamente. Y es inmensa la oportunidad para darle vida espiritual a las redes también tan banalizadas, empleándolas a fondo para transmitir el distinto mensaje esperado, el que se empina por encima de las más duras y difíciles circunstancias.
En el peor de los casos, basta un celular así fuere para un sencillo audio. El encuentro del pueblo de Dios es siempre presencial, pero las circunstancias apuntan a un desarrollo de la virtualidad que ya no puede esperar más.