Coronavirus, el Cisne Negro
En medio de la pandemia del Covid-19, o coronavirus, películas como “12 Monos” (1995), “Contagio” (2011), y otras que muestran los peligros de una pandemia, se han puesto de moda.
Aunque con un vínculo menos evidente para muchos, el libro de Nassim Nicholas Taleb, The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable (2007), es en este momento quizás más interesante de considerar. El principio fundamental de la Teoría del Cisne Negro de Taleb es que hay eventos altamente improbables que pueden tener efectos a gran escala, que predecirlos resulta prácticamente imposible a través del método científico (el cual descansa en probabilidades), y que frente a esto los humanos suelen buscar simplificaciones.
Los tres elementos de esta teoría tienen implicaciones interesantes en el contexto actual. La primera es obvia. Si bien desde hace algunos años se ha advertido del peligro de una pandemia, lo cierto es que no se tomó la amenaza con la responsabilidad necesaria. Lo anterior quizás haya ocurrido como consecuencia de los otros dos elementos. Dada su baja probabilidad era difícil de predecir, y por otro lado la tendencia de los humanos a simplificar los eventos complejos. Ahora bien, habría que preguntarse sobre la baja probabilidad de ocurrencia cuando desde al menos hace cuatro años Bill Gate ya advertía sobre esto; así, quizás en realidad prevaleció la tendencia a simplificar.
Esta tendencia a la simplificación, que es una manera de negar la realidad, estuvo presente en los líderes mundiales, pero también está presente en cada persona. Cuando a pesar de las advertencias y la cuarentena las personas continúan con su rutina normal, cuando pensaban que el virus no iba a llegar a su país, y que si llegaba a su país no pasaría nada en su ciudad, en cada uno de esos casos se intentó negar la realidad. Esa tendencia a simplificar suele traer como consecuencia la falta de planificación para contingencias. Así al final la planificación suele ser un ejercicio de proyección del pasado, basado en tendencias que dan la ilusión de certeza.
Lo anterior tiene implicaciones muy importantes para la vida personal, y también para la de las organizaciones. Sí, se debe planificar, pero bajo la premisa de visión amplia, de tener objetivos lo bastante flexibles que permitan adaptarse en tiempo y resultado final. No es fácil, y puede lucir contraintuitivo, pero es lo realista. ¿Por qué esto debe ser así? Porque al final de cuenta no hay eventos seguros. Lo que hay son eventos probables y por ello aquello de trabajar con escenarios. Sin embargo, esos escenarios suelen estar influidos por el pasado. En contextos positivos tenderán a sobrevalorar resultados y en contextos negativos la tendencia será a subvalorar los resultados.
Hoy en el mundo la tendencia que prevalece es la de valorar hacia abajo lo que ocurrirá en el futuro. El pesimismo domina la mayoría de los análisis. En ese contexto, como en todos en general, la mejor herramienta es identificar las variables claves, establecer algunos modelos, y hacerles seguimiento. En otras palabras, se trata de “tomarle le pulso” a la situación. Esto puede lucir complejo dada la gran cantidad de información, muchas veces contradictoria. Sin embargo, justamente esa gran cantidad de información puede ser una ventaja si se logra filtrar adecuadamente. Así, la idea no es ir hacia un bloque de la información, sino saber procesarla la de mayor pertinencia.
La Teoría del Cisne Negro habla de eventos improbables, pero no dice que estos deban ser negativos. Un evento improbable pudiera revertir la tendencia negativa que hoy domina al mundo. Así un descubrimiento “accidental” de una vacuna pudiera trastocar la visión pesimista de hoy. Al final, el mundo seguirá girando y cuando vuelva la normalidad de nuevo la ilusión científica de poder prever el futuro continuará presente. Pero quizás este evento que ha golpeado al mundo trastoque las bases científicas y la pretensión de poder predecir todo. Sin renunciar a la teoría científica, en especial a las probabilidades, hay que reconocer que el futuro es incierto. Esa es quizás la gran lección de estos tiempos.
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