La hiperinflación disminuye el poder adquisitivo con terribles consecuencias

Opinión | febrero 29, 2020 | 6:21 am.

Transcurridos los primeros dos meses del año la hiperinflación sigue su avance indetenible, con sus efectos en el poder adquisitivo y el consumo familiar.


Esta hiperinflación es inducida por una política monetaria expansiva del Banco Central de Venezuela. Tenemos una masa monetaria de alrededor de 60 billones de bolívares (60 millones de millones) como resultado del auxilio financiero otorgado por el instituto emisor al Gobierno para cubrir el creciente déficit fiscal ante la caída de los ingresos petroleros y la recaudación tributaria. Y se estima que mas de la mitad del gasto publico total se financia por esta vía.

Lo más preocupante es el efecto causado en el consumo familiar. Existe una evidente desmejora en la totalidad de los alimentos que pueden ser adquiridos, sobre todo los más esenciales como carne, pollo, pescado, leche, quesos, embutidos. Los últimos informes presentados por distintas organizaciones nacionales e internacionales alertan sobre estas limitaciones para el consumo y sus efectos en las condiciones de vida de gran parte de la población.

La pérdida del poder adquisitivo es evidente. El ingreso familiar en Venezuel es de los más bajos del mundo, con una caída drástica en los últimos tres años, que algunos estiman entre un 50% y 65%. Su efecto más evidente en las familias de los estratos mas pobres – las dos terceras partes de la población – es que el ingreso no alcanza a cubrir la mitad de la canasta alimentaría básica.

Las posibilidades de mejorar esta situación dependen de cambios profundos en las políticas públicas en el ámbito productivo. Resulta evidente que buena parte de la caída de la producción nacional ha sido causada por la estatización de la mayoría de las áreas productivas esenciales. En la producción de alimentos se estima que las mejores tierras, agroindustrias procesadoras de maíz, arroz, azúcar, café, etc., así como empresas de agroquímicos, productora de fertilizantes, flota pesquera, procesadora de pescados, centrales azucareros, pasteurizadoras de leche y jugos, productoras de pollo y huevos, procesadora de soya, yuca, entre otras están en manos publicas.

Lo difícil de entender es que casi todo este complejo productivo tiene la capacidad instalada para cubrir el consumo nacional de alimentos. Pero buena parte de ella está paralizada o con mínima producción que no alcanza ni el 20% de cuando estaban en manos privadas. Una parte importante de los recursos emitidos por el Banco Central se utilizan para cubrir las crecientes pérdidas operativas y financieras de estas empresas públicas.

La paradoja es que cuando están empresas estaban en manos privadas producían entre el 70% y el 100% del consumo nacional a precios competitivos y con variedades de productos accesible a los distintos estratos sociales. Pagaban sus impuestos. Hoy la mayoría de ellas no produce nada y solo generan inflación cuando el Banco Central emite dinero inorgánico para sostener sus pérdidas.

Esto demuestra que la caída del consumo y la pérdida del poder adquisitivo de las familias ha sido causada principalmente por la estatización del complejo productivo nacional.

El país reclama rectificaciones y correcciones para mejorar sus limitadas condiciones de vida.

¿Estamos a tiempo?

Presidente

Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución