Etimología para robolucionarios
El obeso usurpador, obsequioso, trata de cautivar ingenuos con ostentosos regalos y bonos a fin de aumentar el brazo armado del partido (o sea, la milicia). Con el mismo objetivo, la cúpula del Psuv, empezando por el Capitán Hallaca (verde por fuera, guiso por dentro), hace esfuerzos para conseguir nuevos sectarios con argumentos espurios. Emplean esa vía porque entienden que deben forzar la barra si quieren seguir en la manguangua. ¡Que claro que quieren, porque saben que su posibilidad de seguir mamando es precaria! Pero como todos ellos han sido estólidos siempre, a los únicos que encandilan es a una cuerda de valetudinarios. Los hemos visto por las redes con motivo de las recientes demostraciones del “poderío militar”, desmañados, macilentos, con hambre. La forma como empuñan las armas de dotación (tan vetustas como ellos) muestran que no tienen experiencia en su porte.
Hoy, el escrito no está dedicado a esos agotados paisanos que se han visto en la necesidad de disfrazarse de milicos para poder meterle algo al estómago, sino a sus pícnicos mandantes. En deferencia a estos, aclararé algunos de los términos empleados en el primer párrafo.
Obsequioso. La Rae nos informa que este adjetivo significa: rendido, dispuesto a hacer la voluntad de otro. Pero le falta algo, el referido al empleo de halagos, lisonjas, para atrapar la atención del otro. Que es lo que hace el nortesantandereano. Y que se asemeja más a lo que originalmente significaba ese término. “obsequioso” viene de obsequium, “cumplimiento”. El verbo obsequi significa «cumplir con”, “cumplirle a”, y está formado por el prefijo ob, “hacia”, más sequi, “seguir a alguien”. O sea, que una persona obsequiosa tiende a ser más un seguidor que un líder. Ahora se explica uno por qué Nicky hace todo lo que le ordena la gerontocracia cubana. El verbo sequi es la fuente de muchas otras palabras en castellano. “Consecuencia” (el resultado que sigue a una acción) es una de ellas. “Secuela”, el resultado, usualmente negativo que sobreviene a un hecho: las secuelas del coronavirus. Aunque también las hay hollywoodenses: por ejemplo, “El padrino”, tuvo secuelas; pero ninguna tan espectacular como la original.
Ostentoso. Alguien así actúa con exageración para que los demás lo vean. Para atraer la atención, la admiración o la envidia de los demás. Vale decir que cuando Platanote se adorna regalando bonos y bolsas de comida (con plata que no es de él, claro) no lo hace porque le duela el prójimo, sino para que crean que es magnánimo, buena nota. Pero nada de eso. La otra acepción de este adjetivo califica a alguien “que muestra un lujo y una riqueza excesivos”. Pongamos, a Delsy Eloína cuando viaja a Madrid para coordinar con los socialistas españoles y a seguirle llevando “apoyos” a los podemitas de Pablo Iglesias. Fue tanto el boato que ostentaba que —aunque la Guardia Civil le había advertido a señora (algún título hay que ponerle) que por sus vínculos no muy santos con personajes más que dudosos no podía pisar suelo de la Comunidad Europea— logró que un ministro español, Ávalos, quien debe haber aprendido aquello tan totalitario de que “autoridad que no abusa se desprestigia”, desautorizó a los guardias y la invitó a pasar a un salón VIP del aeropuerto. Ahora, se ha armado la marimorena en la península porque el tipo ha dado como diez explicaciones, todas ellas contradictorias, de que la hermana de Jorgito Audi Rodríguez no pisó suelo español. “Ostentoso” viene de ostentare, una forma iterativa de ostendere, que significa “mostrar”, “desplegar”.
Espurio. Es un sinónimo de “bastardo” que sirve para calificar alguien o algo que está degenerado por su origen o naturaleza Alguien que es falso, que no es genuino. La palabra proviene del latín clásico spurius, “ilegítimo”, “inauténtico”. En la antigua Roma se usaba a veces como el primer nombre de un hijo ilegítimo, aparentemente sin que fuese despectivo. Hubo, por ejemplo, un magistrado llamado Spurius Lucretius. Hoy, el sentido de “ilegítimo” sigue en vigencia pero, ahora, el significado de “falso” es más frecuente. Y ese es el sentido que le di en el primer párrafo: Diosdi y sus secuaces tratan de lograr nuevos partidarios adoctrinándolos con argumentos falsos.
Precario. Así calificamos a lo que tiene poca estabilidad, es poco seguro o de corta duración. También, a lo que no depende de la voluntad propia, sino de otros o condiciones desconocidas. Y de las rogatorias, porque su origen es el vocablo prex, que traduce como “ruego”, “plegaria”. Por eso, cuando antes aseguré que la permanencia de los rojos en el poder era precaria, lo que intentaba decir es que están rogando que, de alguna manera, se les haga el milagro de dejarlos pegados a la teta de la res pública. Y, sobrentendido, que eso depende de otros, nosotros. Nada podrán hacer las invocaciones de los paleros cubanos cuando nosotros, habiendo entendido las bondades de la unidad, salgamos de ellos.
Estólido. La Academia le da el sentido de: “falto de razón o de discurso”. Pero hoy también tendemos, por copia del inglés, a darle el significado de “persona que no se altera mentalmente, que no muestra emociones”. No creo que los académicos vayan a analizar la conveniencia de incluir esos calificativos dentro del DRAE. Porque no es el sentido que tiene desde antiguo: en latín, stolidus quiere decir: “bruto”, “estúpido”. De alguna manera se relaciona con stultus, que devino en nuestro “estulto”, “mentecato”, “lento de entendimiento”. De allí que podamos afirmar que tenemos veinte años sufriendo la estulticia, la estolidez de los actuales mandantes.
Valetudinario. Para que no haya equívocos, copio a la letra del DRAE: “Dicho de quien sufre los achaques de la edad: Enfermizo, delicado, de salud quebrada”. Viene del latín valetudo, que solo significa «estado de salud», que puede ser buena o mala. Porque deriva del verbo valere, “estar bien”. Por cierto, valere es la fuente de otras palabras relacionadas con el estar chévere: “valiente” es una de ellas. Sería bueno averiguar por qué, en castellano y otros idiomas, “valetudinario” tiene ese sentido actual. En todo caso, la sabiduría popular ha bautizado a quienes aparentan ser soldados los fines de semana como “milancianos”…