¿Emergencia autonómica universitaria?
21 años del actual régimen político han dado cuenta de contaminaciones que, en principio, no se advirtieron. O no quisieron reconocerse dada la obnubilación que, envalentonados, petulantes, fanáticos y oportunistas, indujeron emociones de constreñida sensación. Sin embargo, en lo que va de siglo XXI, los testimonios de descomposición padecidos por Venezuela, hablan por sí mismos. Las demostraciones de crisis bajo la cual el país se ha derruido son fehacientes y vehementes. Propias de la alevosía que le ha impreso el sometimiento con el cual el régimen político imperante ha ejercido el poder.
Registrar tan furibunda forma de cometer actos de violencia política, siempre disfrazada de resoluciones jurídicas establecidas por un Poder Judicial que actúa como Despacho de abogados a merced de las apetencias y necedades de la usurpada presidencia de la República, motivó a los venezolanos a basar su disposición en un conteo del tiempo de manera regresiva. Por todo aquello que no es merecido ni tampoco bien recibido.
Luego de más de dos décadas, el país fue transformado en una entelequia sin cascarón. Venezuela cayó en manos de gente sin sentido común. Sin medida de las realidades, lo que consintió que maleducados, groseros, egoístas, envidiosos, gente tóxica y sin compostura dispusiera de las potencialidades de su naturaleza para convertirlas en pedazos sin mayor posibilidad de empalmarlas entre sí. Gente que bajo el sumo o influjo del poder político, tuvieron la desvergüenza para desarreglar el país desde el centro de su institucionalidad. Y como acto de último momento, pasaron por encima cuanto valores consiguieron a su paso. Fue así como derruyeron la “educación”. La pisotearon. Y terminaron fracturándola. Aunque no han concluido tan insolente tarea.
No sólo fue la escuela, objeto de tan perturbada desventura. Sucedió con liceos y establecimientos educativos privados y públicos de toda índole. Ni siquiera las universidades se salvaron de tanta impudicia. Igualmente estuvieron en la mira del arcaico fusil “revolucionario”. Y lo peor de todo, siguen estando “a tiro”.
El espurio tribunal supremo de justicia, que mejor debería denominarse “Covachuela de Inquisición Socialista”, dado la imagen que irradia ante el país político como una mera “sala de audiencias manipuladas”, recién elaboró la sentencia 324 la cual barre del horizonte de la educación superior venezolana, el concepto de “autonomía universitaria”. De un plumazo, el régimen opresor arremete contra el precepto constitucional 109, según el cual “el Estado reconocerá la autonomía universitaria como principio y jerarquía (…)”.
Pero habrá que preguntarse: ¿de cuál Estado hace mención el texto constitucional? ¿A cuál Estado esta refiriéndose la Constitución de la República? Porque pareciera que ese Estado es de procedencia democrática, ya que compromete a las universidades autónomas a que se provean de sus capacidades para así dictarse “(…) sus normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley”.
Más aún. A este respecto la Constitución, es categórica. Una vez dictaminada tan preponderante facultad o atribución del mayor rango jurídico que pueda establecerse desde el valor y trascendencia que determina la condición de “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia” (Artículo 3), el mismo precepto 109 expresa su razón de ser. Por consiguiente justifica su propósito cuando refiere que la autonomía universitaria se consagra “(…) para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación docencia y extensión” que por inmanencia a ella corresponde.
Entonces, este “Estado” constitucional, no es el que actualmente agrede la justicia, la verdad y la dignidad del venezolano estudioso. Porque aunque el 27 de febrero es -por ahora- fecha límite para que las universidades autónomas se subordinen a las imposiciones del régimen político, las mismas sabrán resistir el azote que de seguro buscará propinarle el colérico bufete de Miraflores. O “Covachuela de Inquisición Socialista”.
Con seguridad, las universidades estarán planteándose alguna hoja de ruta que les permita zafarse de la sentencia de marras. Y así nuevamente, la Universidad dará cuenta de lo que la historia de la política universal ha podido enseñar toda vez que sus páginas están colmadas de hechos donde la civilidad de la universidad, consciente de su autonomía, se impone a la barbarie del envalentonado tirano, obstruido en su pensamiento y actitud.
Porque si bien nada pudiera ser como parece, la historia ha demostrado que cuando la sapiencia se hace acompañar por la paciencia, el resultado es la persistencia. Y persistencia es lo que más rebosa en todo claustro universitaria en donde se tenga la autonomía como la savia que insufla la espiritualidad de su comunidad. Entonces, a partir de lo que infunde actuar con base en esperanzas que apunten en dirección de la victoria libertaria, no tendría mayor sentido seguir hablando de: ¿emergencia autonómica universitaria?