El dictador en su laberinto sin pretextos
Resulta fácil observarle los retorcijones al aparato digestivo de la política. Sucede cuando la mentira ha extraviado el dote para engatusar y los gobernantes pierden aliados de forma estrepitosa. Es en ese momento cuando se reconocen las falencias sin espejuelos galácticos. Cuando se esfuma la compostura sin ton ni son y se dice lo indecible.
Maduro cometió un gran error en su propia desesperación: dijo la verdad. Por primera vez se mostró capaz de reconocer que no se ha hecho lo correcto y ya no hay carburante para motorizar el engaño. Con tono irritante, admitió sin escrúpulos que “hay cosas que están muy mal y no es culpa de Trump, sino de nosotros”. Tal reconocimiento dejó atónitos hasta a sus partidarios más carentes de entendimiento.
Su voz parecía un graznido. Con expresión torva nos salpicó con un “mea culpa” tan raro como peculiar. Con rostro encendido aseveró que “debemos levantar una gran fuerza ética, espiritual y moral para cambiar a Venezuela en todos sus aspectos”.
Él nunca ha tenido expresiones de leyenda. Siempre sus comentarios desatinados han servido para hacer guasa y hasta para hacernos reír de nuestra propia desgracia de tenerlo en Miraflores. Pero esta vez habló sin sarcasmo y sin soltar su idiotez acostumbrada. Vislumbró lo que se avecina.
Este discurso esconde un mejor entendimiento de los últimos hechos que lo rodean. Quizá trata de levantar puentes, izarle una bandera alegre o hacerle una mueca de condescendencia al Gobierno norteamericano.
Para él no ha cambiado la fragancia a azufre que tuvo Bush o la actitud despreciativa hacia Obama. Trump no se quitó el disfraz de Míster Danger ni se aromatizó de manera diferente. Solo se le ha visto más confiando y manifestando con dicción glacial sobre Venezuela: “solo esperen”.
Las negativa a la intervención bélica es cada vez menor. Las sanciones sirven, pero no son la solución definitiva. Cuba tiene historial sobre eso, pues siempre ha contado con un salvavidas para no hundirse en su fracaso.
Por eso el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Craig Faller, no se abstuvo a opinar sobre la necesidad de que, para atacar el círculo vicioso existente en Venezuela, se necesita una presencia militar correcta, enfocada y persistente. “La única forma de hacerlo es equipo”, habló con severidad. “En este vecindario, un poco ayuda mucho y nuestros socios están dispuestos a contribuir”, reconociendo el riesgo del régimen para la seguridad del continente y las conversaciones asertivas con varios de los gobernantes latinoamericanos.
Posiblemente Maduro está reducido a sus propios inconvenientes para huir. Ha tratado de evitar lo inevitable y ya reconoce lo dificultoso de buscar una tregua. Está tan inmerso en sus compromisos con el mal, que quienes lo han ayudado a protegerse, serán aquellos que le pondrán miles de obstáculos para escapar.
Este proceso desdeñoso nos ha enseñado que quienes mandan pueden vivir sin conciencia, sentados de espalda a la historia y capaces de utilizar la fuerza sin complejo, con la excusa extenuante de que se puede defender al pueblo yendo en contra de éste. Así lo ha hecho la usurpación con una saña que va más allá de todo entendimiento.
El rigor puede desmarañarse cuando se tiene acorralado al opresor. Muchos pensarán que no es así, que las únicas herramientas que se utilizarán son las sanciones tortuosas y las declaraciones fatigosas. Pero no estamos confinados al pavor de un sistema perpetuo. Ya le fue imposible a la dictadura el ocultar las grietas, las bolladuras y los entuertos, en un mar de padecimiento popular.
Entretanto, a la gira de Guaidó se le ha visto un esfuerzo metódico. Se ha paseado con acierto por Colombia, Gran Bretaña, Suiza, Francia, España, Canadá y EEUU. Los resultados han sido estupendos y su discurso se ha percibido más contundente, enérgico y decisivo. Hasta dejó entrever, al diario El Nuevo Herald, que no se descarta la posibilidad de una intervención militar extranjera.
En Madrid y Miami contó con una recepción apoteósica. Sus seguidores fueron incontables. Se atestó de una esperanza contagiosa y necesaria. Por eso este esfuerzo no será en vano, así como tampoco es casual. Se busca la venia internacional, la comprensión hemisférica y el cambio real en el país. Hay que explicarlo a los cuatro vientos y sin reservas, pues existe una tragedia nacional compartida por la gran parte de los venezolanos.
Se necesita una libertad con oficio y precisión. Con clemencia para los afectados, que somos la gran mayoría. Sin caricaturas políticas y sin la crítica feroz azuzando, para no entorpecer el intento. Debe imperar la lucidez de prócer y el cálculo de genio para no fallar. Pero no es lejana. La nueva independencia llegará con una felicidad visible para todos los venezolanos.
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
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