Cleptoeconomía
La economía real venezolana, moribunda, de la que resta solo una tercera parte de su dimensión de hace seis años, y que en 2020 se reducirá en al menos otro diez por ciento, es reemplazada por una suerte de vente tú, que une a los detentores del poder con organizaciones nacionales y gobiernos extranjeros, de variada ralea. Una dinámica económica que complementa la explotación indiscriminada de nuestros recursos naturales con medidas nada armónicas, improvisadas unas, sobrevenidas otras, que se aplican o se consienten en tanto sirvan al propósito de sostener la usurpación del poder.
No hay modelo ni organicidad. La economía socialista fue un mascarón de proa que agonizó junto con Hugo Chávez. Cada vez menos se habla de socialismo. Lo que queda de economía socialista no es más que el reparto ocasional de bolsas de comida, mientras que la cacareada Misión Vivienda es una mentira que la desnuda el propio BCV al revelar la caída de 90% del sector construcción.
La política económica del régimen es una narrativa que se acopla a su conveniencia. Sobreviene una dolarización por lavado, remesas, contrabando o drogas, que oxigena la enclenque demanda privada interna, y execran el antes sacrosanto control de cambio. La abatida capacidad de producción petrolera cae al 25% de lo que era en 2010 y se dinamita el patriotismo petrolero para abrirse a consorcios privados extranjeros que tomen el control y levanten la producción.
El único rasgo de esta economía que mantiene forma orgánica es la cleptocracia autoritaria. La transferencia de recursos públicos a quienes, nacionales y extranjeros, sirvan al propósito de defender y preservar la dictadura. Así ocurrió durante el largo festejo millardario de los petrodólares de Cadivi, agotados éstos, vino el turno de las riquezas del Arco Minero.
Hoy tratan de ampliar esta base ofreciendo espacio a cierta burguesía nacional “apolítica”. En su intento por sobrevivir no límite la carcomida dictadura.