Advertencia a los chilenos
Pocos dudan de situaciones flagrantes de injusticia históricas en Chile. Empero, lo acontecido es de una violencia desmedida que la agravarán aún más, lesionando irreparablemente los logros económicos alcanzados y bien ilustrados por el servicio de transportación subterránea de Santiago, incinerado tan irresponsablemente.
Siendo toda una excepción en el continente, los niveles de calidad de vida y desarrollo económico conquistados están severamente comprometidos por el discurso de una oposición a Sebastián Piñera, por cierto, extraordinariamente solidario con la causa venezolana por la libertad, caracterizada por un insólito atraso. El imaginario de los años 60 y 70 del siglo XX ha sobrevivido, desesperado por pasar una increíble factura, como ocurrió con la Venezuela que victimizó a una ultra-izquierda revanchista y militarista que demolió la potencia petrolera que fuimos, dándole cabida al modelo cubano de un sórdido parasitismo.
Nada casual. Los consabidos eventos chilenos coincidieron con los esfuerzos de desestabilización ecuatoriana y el resto de las vicisitudes que permiten avizorar toda una cruzada anti-occidental en este lado del mundo. Mal que bien, retomada una cultura y tradición política de larga data, con instituciones eficaces de escaso equivalente en diferentes países, casi repentinamente soportaron el estallido de una protesta desproporcionada que esboza una conspiración nada local.
Una famosa actriz propagandizará la protesta y, lo leímos, argumentó que el panadero de la esquina tiene años robándola, porque – muy quizá – no sabe cuán gigantesco es el robo y las consecuencias del “pan pa’l pueblo” en Venezuela. Retrotraídos a la barbarie, queman iglesias y emplean los objetos sagrados como barricadas, o pública y grotescamente se exhiben hombres y mujeres, desnudos y sodomizados, dando el testimonio inaudito de una inconformidad que violenta toda dignidad.
Por supuesto, la fórmula arranca con una ilusión constituyente que para Venezuela resultó una tragedia, empeñados en polarizar a la sociedad entre la izquierda y la (ultra) derecha de todos nuestros tormentos, ofreciendo injustamente a Piñera como una versión actualizada de un Pinochet que, además, observado por el polémico liberal Alfredo Jocelyn-Holt, explica – paradójicamente – la constitucional supervivencia de los partidos de la Concertación.
Son numerosos los venezolanos acogidos tan generosamente en Chile que pueden rendir testimonio de lo acá ocurrido y no es un ataque de súbito conservatismo, pero bien vale decir: están los chilenos buscando lo que no se les ha perdido, a manos de un alianza opositora históricamente agotada de democristianos, socialistas, comunistas y remanentes miristas reacios a la indispensable actualización.