Academia, federalismo y tiranía
La universidad, como se conoce en su nombre actual, fue el resultado de la organización y asignación de un cuerpo colegiado, por parte de las autoridades eclesiásticas de la edad media, para enseñar las profesiones de Derecho, Medicina y Teología, como facultades mayores. Así como: las Artes y Filosofía como facultades menores.
En realidad, originalmente la universidad no nace como un centro de estudios, sino como una congregación, un gremio de personas dedicadas a esas actividades específicas. Tenía que serlo, tal vez, sin que aquellas personas lo advirtieran, estaban construyendo las instituciones fuente del conocimiento. En su conjunto, la Universitas, término de origen, agrupó entonces el conocimiento general, la universalidad, una especie de corporación, la cual hoy en día, significa un centro de enseñanza en una cultura globalizada.
En Venezuela, la Universidad Real y Pontificia de la Ciudad de Santiago de León de Caracas, en la Provincia de Venezuela; fundada en 1721, es la institución más antigua de educación universitaria. La Universidad de Los Andes (Mérida), cuyo origen se remonta a 1785, instituida por el primer obispo de Mérida: Fray Juan Ramos de Lora, creada para los jóvenes con vocación por la carrera sacerdotal donde se les impartiría clases de religión, lengua latina y moral. En 1787 fue convertida en Seminario Tridentino y en 1789 se le dio el título de Real Colegio Seminario de San Buenaventura. Ya en 1806, el rey Carlos IV lo autoriza para otorgar “grados mayores y menores” en Filosofía, Teología y Cánones, como si fuera una universidad, aunque no le otorga tal categoría aún. El 21 de septiembre de 1810 la Junta Superior que gobernaba en Mérida le otorga al Seminario el ansiado Título de “Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros”.
Cuando nos percatamos de la inmensa historia, de construcción de estas dos instituciones que dignamente representan lo que fue y es la vanguardia en el país en la educación universal, podemos notar el esfuerzo, la preparación, el amor por lo bueno, el estudio de horas, días y años interminables de una sociedad próspera, y por qué no decirlo, el coraje y arrojo que corría por las venas de aquellos grandes ciudadanos. Construir una sociedad del conocimiento es muy difícil. Lamentablemente y necesariamente, ahora, debemos incluir que destruir no sólo es fácil, sino una forma de entretener a los mediocres, a los pobres de espíritu, a la delincuencia de un gobierno tiránico.
Es aquí donde se enciende en diferentes grados la conciencia incluso de las personas más ajenas a la universidad, cuando asumen que una de las instituciones que pueden garantizar el desarrollo del país y la libertad, se encuentra bajo amenaza de grupos y jerarcas malignos. No cabe duda que en días próximos, quizás, se verá en Venezuela un festín de ignominia por parte de un ejecutivo usurpador.
Los tiranos, en su afán de dominarlo todo para sí mismos y para sus cortesanos, han venido atacando sistemáticamente a las universidades autónomas.
Para sus mentes puede haber muchas razones. Algunas de esas razones seguramente nunca podrán exponerlas; aunque siempre han dicho que las universidades manejan grandes presupuestos, o tal vez que las universidades no dan respuesta a las necesidades del país y posiblemente dirán también que ahí se encuentra una élite de ciudadanos, cuyo tiempo lo dedican en actividades intelectuales. El ataque ya infructuoso ha pasado por acciones violentas de algunos “estudiantes”, en diferentes momentos y cuando la oportunidad lo permite. Pero el mecanismo al parecer predilecto de los déspotas es plantear un tipo de elección de autoridades universitarias donde no sólo se observa la desorganización, prepotencia, ilegalidad, sino un desconocimiento de la esencia de los días que transcurren.
Sobre la universidad pretenden invertir los principios que rigen el funcionamiento de una institución académica, en cuya democracia federativa, las unidades o facultades (comunidades autogobernadas), en un sistema académico-administrativo son los que deciden por igual las actuaciones a realizar.
Si pretenden los socialistas que ocupan funciones del ejecutivo nacional, tomar control por la violencia en los próximos días, de las instalaciones físicas de las universidades, será inútil; puesto que ellos mismos se encargaron de destruirlas. Si creen poder poseer el control administrativo de la academia igualmente fracasarán.
Pero si es su intención es hacerse del conocimiento que le es esquivo, por su propia condición, tómense el tiempo de recordar que los mismos nunca podrán ser arrebatados de su legítimo dueño, sin la venia de éste.
Ustedes, jerarcas del mal, parafraseando aquel decreto de la independencia de Venezuela pueden contar con la derrota, y ustedes universitarios y ciudadanos en general que sienten su universidad como la garantía del progreso y desarrollo del país, pueden contar con el triunfo y la supremacía del bien.