Venezuela, perspectivas 2020

Opinión | enero 5, 2020 | 6:18 am.

En estrategia es importante ver las cosas distantes como si estuvieran cerca y tomar una mirada distante de las cosas cercanasMiyamoto Musashi, Libro de los Cinco Anillos, 1645

Predecir lo que ocurrirá en Venezuela el año que recién comienza es una tarea osada. Lo que parece evidente es que la incertidumbre generada por un modelo que no termina de afianzarse seguirá produciendo un alto grado de conflictividad.


Aunque el 2019 terminó con una sensación de estabilización en torno a un equilibrio basado en una economía de subsistencia, una oposición atomizada, un oficialismo consolidado, mayor presión migratoria, y una sociedad desarticulada, la historia reciente de Venezuela permite prever que el 2020 será un año de tensiones políticas y sociales.

Con el objetivo de reducir la incertidumbre lo primero es identificar los eventos que tienen mayor probabilidad de ocurrencia. En este momento ese evento es la realización de las elecciones parlamentarias. Frente a esa situación concreta, ¿qué hará el oficialismo? ¿qué hará la oposición? ¿qué harán los ciudadanos?

El primero será su principal promotor. Por lo tanto, su estrategia estará orientada a lograr su realización y tratar de ganarla. Para ello, como ha mostrado la historia reciente del país, el oficialismo buscará lograr algunas mejoras económicas para poder ganar apoyo vía mecanismos de transferencias sociales. La oposición probablemente entre en un debate interminable hasta que finalmente participe. Los ciudadanos son una incógnita, y eso es bueno.

De ser acertado el escenario anterior, la economía seguirá deteriorándose en términos reales, aunque con una sensación de “normalización”.

El mejor ejemplo de esto es el fenómeno reciente de los “bodegones” y como muchos (incluyendo economistas) lo vieron como una señal de normalización. Lo que es posible que ocurra es una mayor circulación de dinero en la economía, pero es poco probable que haya una verdadera reactivación económica, basada en aumento de la producción de bienes y servicios. Es decir, la contracción continuará, y con ella el debilitamiento de los ingresos familiares. Esta situación favorece al oficialismo, quienes han sabido capitalizar apoyos políticos a partir de transferencias directas a los más pobres.

Uno de los puntos de mayor debilidad del oficialismo es la precaria situación de los servicios públicos, algo que no se puede corregir de manera automática como el caso de las transferencias directas.

Los servicios públicos en Venezuela seguirán deteriorándose, y eso tiene dos impactos directos de gran magnitud. El primero es político: el costo es muy alto para el oficialismo. El segundo es social: existe una clara relación entre el desarrollo humano y la prestación adecuada de servicios públicos. En Venezuela todo parece indicar que la calidad de vida se seguirá deteriorando de manera acelerada. Electricidad, agua y salud son los servicios públicos de mayor visibilidad en el corto plazo, y educación quizás el de mayor impacto a largo plazo. Todos ellos seguirán en merma.

Frente a ese contexto, ¿cuál es la mejor carta que pueden jugar los ciudadanos?

Si el evento de mayor probabilidad es electoral, la gran interrogante es si participar contribuye de alguna manera a cambiar las tendencias de los escenarios antes descritos. Otra interrogante es cómo participar, y esto es fundamental, pues es posible hacerlo de manera pasiva aceptando o no a los candidatos impuestos desde los partidos políticos, o se puede tener un rol más activo e influir en los candidatos que los representarían.

Para el 2020 el punto de inflexión puede estar en la participación electoral innovadora. Esto significa que el contexto presentado puede ser una oportunidad si se aborda con estrategias distintas. ¿Y cuáles son esas estrategias? Ahí comienza la tarea de los ciudadanos.

Twitter: @lombardidiego