Solicitamos una nueva Constitución en 2020
Karl Marx, influyente filósofo de nuestra cosmovisión, dijo que el Estado era «la violencia organizada de la clase dominante». Simón Bolívar, figura no menos significativa en nuestro pensamiento, planteó la inconveniencia del poder absoluto porque éste corrompe absolutamente. Partiendo de estos dos grandes personajes podemos afirmar que un Estado todopoderoso se traduce en la muerte de la democracia, es decir la imposibilidad de un gobierno del pueblo.
Demócratas hay en la izquierda y la derecha. Ninguno puede convalidar un Estado con poder ilimitado porque aunque este se encuentre administrado por impolutos apóstoles. La sola ausencia de normas que lo aplaquen promueve inevitablemente el abuso de los funcionarios frente a los ciudadanos no investidos de autoridad pública.
La Constitución existe principalmente para sujetar a los burócratas. Ellos representan al pueblo pero no son el pueblo y la única garantía de que la clase burocrática actúe al servicio de la totalidad de los ciudadanos es una Carta Magna que regulen al poder funcionarial.
Defendemos la Constitución, no como un fetiche u objeto de retórica, sino como la herramienta para intentar igualar los derechos de gobernantes y gobernados. Esto nunca ha sido logrado en ningún país del mundo totalmente, pero es un sueño al que hay que aproximarse y se llama Estado de Derecho.
El desafío de la sociedad democrática es generar todo tipo de presión para que los poderosos violadores de la Constitución no puedan mantener sus abusos. Las armas para enfrentar a la tiranía son la opinión pública, la educación, la asociación de los ciudadanos, el ejercicio vigoroso de la libertad de expresión, la participación, la denuncia, la invocación de las normas constitucionales y legales.
Los pobres, los trabajadores, los no «enchufados» no estamos en la posición material de ser violadores de la Constitución. Sobra poder que nos atropelle y en pocas palabras, no tenemos instrumento para imponer nada.
Venezuela tiene una Constitución libertaria. Ella es el vehículo para hacer valer la democracia que en la práctica significa que los que tienen el poder del Estado respeten a quienes no lo tenemos. La vía constitucional es la ruta pacífica para propiciar la felicidad de los pueblos y minimizar injusticias. Si repetidamente se viola o manipula la Constitución, se generan condiciones para que la masa busque su libertad y dignidad por vías no constitucionales, es decir, la violencia (tarde o temprano).
Hugo Chávez hizo un gran aporte constitucional al país. Ni sus enemigos pueden negar que la Asamblea Constituyente de 1999 fue elegida libremente y que la mayoría popular compró la oferta electoral del comandante. Pensemos en los principios y valores chavistas originales ante los retos actuales que vive nuestra aporreada democracia.
Aquella Constituyente duró seis meses. Se autodisolvió y dio paso a un referendo de aprobación de nueva Carta Magna y acto seguido, elecciones generales para la renovación de los cinco poderes públicos. Chávez fue un demócrata y lo acompañaron los votos, se contó y ganó montones de veces en elecciones.
Teniendo un año de electo presidente (Chávez), aceptó ir nuevamente a elección presidencial porque la Constituyente así lo decidió. Hoy el poder constituyente tiene la oportunidad de dar un paso que emule la gesta de 1999, tenemos la certeza de que ello desmontaría el bloqueo de EEUU y sus aliados.
A su vez, se requiere que el proyecto de nueva Constitución sea liberal y democrático, es decir, sin camisas ideológicas que incluyan y privilegios para unos discriminación para otros. Defender la Constitución es impulsar inclusión social y convivencia.