Maduro va pa’ fuera
El viaje del presidente Juan Guaidó por buena parte del mundo democrático y su aparición en el Foro Económico Mundial de Davos dan impulso a una aceleración de la acción para sacar a la pandilla chavista del poder. Pandilla que ha destruido una gran parte de nuestra Venezuela y han puesto en peligro la seguridad de la región y hasta del mundo, debido a su entrega traidora a Cuba. A su alineamiento con las naciones forajidas del planeta. Y a su narco-identificación con los grupos terroristas de Colombia y del medio oriente.
Lo que se avecina, si no estamos equivocados, es una acción mediante la cual la Asamblea Nacional, en vista de la presencia de un usurpador en el poder y de la situación de rehén en la cual se encuentra la sociedad venezolana, decide llamar a elecciones presidenciales, lleva a cabo el nombramiento de un Consejo Nacional Electoral honorable y recibe el apoyo de los países democráticos de la OEA. Aquellos no controlados por el castrismo-chavismo, de la Unión Europea y de los Estados Unidos y Canadá, países que han llevado la iniciativa de las sanciones en contra del régimen forajido de Nicolás Maduro.
Esta será una acción que tendrá un componente diplomático y político de reconocimiento y apoyo al gobierno interino de Juan Guaidó. No podrá entonces ser objetado por quienes, desde las tribunas mercenarias del exterior y desde los rincones del entreguismo doméstico, pretenden rechazar lo que se ha dado en llamar una invasión estadounidense a Venezuela. Ciertamente no sería una invasión estadounidense pero sí una acción política de naturaleza multinacional en contra de los responsables de la gran tragedia venezolana.
Esta acción tendrá un doble mérito: (1) promover unas elecciones presidenciales transparentes y honestas, no controladas por el régimen militaroide de Maduro, abiertas al escrutinio del mundo exterior; y (2) plantearle al forajido régimen de Maduro el dilema de o aceptar la decisión de la Asamblea Nacional apoyada por el mundo democrático e irse con el rabo entre las piernas; o rebelarse por la fuerza, en cuyo caso habrá total justificación para que los venezolanos demócratas reciban el apoyo que sea necesario recibir por parte de la región y de todos sus aliados del hemisferio Norte.
El mundo civilizado comprende que ya no es posible seguir asistiendo como simples testigos a la masiva destrucción de un país. De su territorio, sus servicios, sus instituciones, su economía y, lo peor, los proyectos de vida de millones de venezolanos, los sueños y las esperanzas a los cuales todo ser humano tiene derecho.
El asesinato de esos sueños es lo que se ha llamado el daño antropológico, es decir, la destrucción de la fábrica social de un país, es un crimen mucho mayor que su destrucción material.
No es posible esperar más. Todos los elementos de la ecuación liberadora están ya en su lugar. Es hora de terminar con las indecisiones a fin de llevar a cabo una acción concertada que debe terminar con la pesadilla que ha cobrado demasiadas víctimas. Cada día que pasa la tragedia se acentúa frente a nuestros ojos.
Ojala pueda yo pisar de nuevo tierra venezolana, ya libre de la plaga horrorosa que la ha afligido en estos últimos 20 años. Y sentarme una vez más, como antaño, a hablar con los pájaros bajo el frondoso cotoperí de la Plaza de Montalbán, mientras los niños de mi país juegan sin temor a la tragedia.