¿Cómo comenzar el 2020?
Algunos analistas predicen un tiempo sin esperanzas, fracasos, intentos fallidos. Se regodean en denunciar la balcanización de la oposición, el aflojamiento del apoyo del mundo, en fin, una selva oscura como dijo alguna Dante Alighieri. Descalifican la incesante lucha, plena de idas y venidas, emprendida frente a este enemigo que ha demostrado sus raíces en Chile, en Colombia, en Ecuador y no sabemos dónde más.
En realidad, se ha demostrado tenacidad hasta el infinito, errores, pero no resignación, ni entrega ante lo que «es cosa dura, esta selva salvaje, áspera y fuerte». Nos ha tocado una batalla sin precedentes contra un poder negro, ladrón de riqueza, armas y sobre todo de la incomprensión de su catadura moral por la mayor parte de nosotros mismos.
Cada día es más transparente que esta pirueta de la historia se está librando no tanto en el plano fáctico, sino sobre todo en el subjetivo, cultural. Es la época del dominio pleno de Antonio Gramsci. Se trata de dominar mentes y corazones. Hoy creemos que estamos perdidos en esta selva salvaje que han montado como una imbatible escenografía histórica. Es inevitable preguntarse ¿cómo puede mantenerse un poder con base en mentiras, en el dolo, la rapiña y en la miseria moral?
¿Cuáles fuerzas pueden respaldarlos? ¿Quiénes pueden aceptar como legítimo el asesinato de Fernando Albán, Óscar Pérez, la prisión de Requesens, el ostracismo de Leopoldo, el escape desesperado de millones de venezolanos buscando pan y oxígeno para sobrevivir? Servir de heraldos de la derrota no creo que tenga ningún valor, que contribuya a despejar el horizonte.
Tenemos que reconocer que en Venezuela se está librando la madre de las nuevas guerras, un enemigo armado, rico, ladrón impune que extrae los recursos más profundos de nuestras tierras con el apoyo de lo peor de la humanidad: Cuba, China, Rusia, Corea del Norte y etc. La pregunta que corresponde formular debemos dirigirla a nosotros mismos. ¿Qué sabemos y cuánto de los tortuosos planes de nuestros opresores, si tienen algún límite, si pueden seguir mintiendo, robando y matando sin frenos y sin consecuencia?
Ya es evidente y cierto que los venezolanos han perdido la virginidad política. La gran mayoría en todos los estratos y niveles sabe o vislumbra cuál es el nervio de la guerra que hoy vivimos. Si ganamos, gana Latinoamérica y toda la ristra de países amenazados con las consignas siniestras del totalitarismo comunista.
Hay que comenzar a pregonar no el fracaso, sino el carácter de la lucha que estamos librando. No se trata de descalificar, en actitud, prepotente a los que ejercen el liderazgo, de ordenarles que rindan cuentas, desvalorizar el poder del voto, sino comenzar a echar palas al lado, promover las rectificaciones, las nuevas rutas.
Para qué pronunciar salmos fúnebres anunciando una derrota que no ha ocurrido si la verdadera batalla está en un plano distinto, en la conciencia, es la crudeza de entender que la libertad no puede ser arrebatada a pesar de los aparentes triunfos del enemigo. ¿Cuánto aumenta la cobertura de Con el mazo dando quiénes creen en sus mentiras? ¿Cuántos vislumbran y se han helado con el corazón negro de Padrino, Jorge y Delcy Rodríguez, cómo los perciben, alguien creerá que pueden confiar su vida y la de sus hijos a estos heraldos del averno?
Es imprescindible el esfuerzo de reconocer hasta la entrañas la textura del grupo que hoy controla el poder, cuáles son sus armas, sus metas, cuáles rutas han designado para su recorrido infernal. No saber nada de los que se proponían devastar fue una de las causas de la gravedad de lo que ocurrió en Chile. No entender, no conocer a los líderes, los rostros, las armas de quienes destruían el metro, incendiaban iglesias, decapitaban la imagen de Cristo y desataban la destrucción. Era no saber, ignorar qué fuerzas estaban presentes y cuál el límite de sus acciones, sin ningún freno, era desconocer el interlocutor, con quién hablar, pelear en la oscuridad con un enemigo que poseía todas las armas.
La verdadera fuerza que tenemos que calibrar y enfrentar es la de quienes quieren destruirnos. Frente a esa fuerza la única posibilidad, como en Leningrado, es la barrera humana, esa es la que hay que construir. Esta es la verdadera batalla. Convertir en mayoría creciente e indetenible a quienes han comprendido que nos quieren robar la vida, nuestros pensamientos y nuestras ilusiones. Es el ejército que hay que forjar en este inicio del 2020 porque ese sí es invencible.