¿Ciudadanía? No hay…
Cualquier intención o necesidad de asegurar el rescate de la gobernabilidad, entendida como el ámbito de gestión pública bajo el cual se hace posible afianzar un ejercicio eficiente, eficaz, integrado y ordenado de gobierno, es inminente desde todo punto de vista. Por tanto, el alcance de la gobernabilidad a niveles de reconocida mediación y excelsa injerencia depende no solamente de las instituciones y actores sociales, políticos y económicos copartícipes del tan anhelado objetivo. También de otras razones y atenciones igualmente fundamentales.
Indiscutiblemente, hay que sumar otras condiciones, recursos y consideraciones cuyo valor agregado aporte la organización y conciencia necesaria a los fines de sustentar y garantizar la participación activa de quienes pueden constituir la representatividad del conglomerado humano que integra el contexto sociopolítico y socioeconómico correspondiente.
Pero tan ansiado propósito, capaz de abonar cuotas de bienestar, calidad de vida y desarrollo, no puede alcanzarse sino con la incidencia directa de todo lo que envuelve el concepto de “ciudadanía”. De manera que el logro definitivo de la gobernabilidad de la cual ha de encargarse el estamento de dirección política y administrativa de la entidad gubernamental, en aras de sus funciones, competencias y atribuciones de ley, descansan en la construcción y ejercicio consciente y reflexivo del concepto de ciudadanía. No hay otra vía de llegar a un estadio relativamente confiable de gobernabilidad, más que la descrita.
Sin embargo, la tarea de asentir ciudadanía, comprendida como proceso político que involucra responsabilidades de carácter social, cultural, ético, moral y cívico, y que al mismo tiempo compromete actitudes dirigidas a sustentar relaciones interpersonales al margen de credos ideológicos de cualquier naturaleza, para lo cual es fundamental reconocer la importancia de la convivencia basada en el respeto, la tolerancia y la cooperación, no es nada fácil. Su logro también se encuentra determinado por la intervención de la educación familiar, tanto como de la educación formal. Particularmente, aquella servida desde la escuela primaria.
Así que nada de lo arriba referido resulta de inmediata respuesta. Más, cuando se trata de promover la sinergia, inducir cultura política y social, consolidar la familia, reforzar la educación en sus niveles básicos, adecentar la economía, acabar con conductas que alojan la viveza y la tramposería como forma de vida. Asimismo, requiere de acciones dirigidas a darle sentido práctico a valores morales que exhorten la igualdad, entre otros no menos trascendentales. Pero entendiéndose ésta, en su compromiso de acentuar una relación horizontal entre actores sociales, económicos y políticos.
Pero en el ámbito de esta Venezuela, cundida de un “socialismo” subordinado y tramado, donde predomina un enfermizo protagonismo individual por encima de necesidades dictadas por las carencias que sumieron al país en la desgracia que ahora padece por causa de la grosera violación a derechos tan fundamentales como el derecho a la salud, a la vida, a la seguridad social, al trabajo, o sea, derechos económicos, culturales, civiles y políticos, la ciudadanía expiró.
Si la Venezuela del siglo XXI sigue estando al margen de lo que electoralmente ha configurado cualquier discurso que haya exaltado la democracia como sistema político de fundamental necesidad para superar los escollos de circunstancias políticas y económicas profundamente inhibidoras de libertades y castradoras de derechos humanos, entonces cómo no concluir esta disertación afirmando que se vive un país cuyas realidades están oscurecidas. O mejor dicho, desamparadas de justicia, solidaridad, igualdad, equilibrio y responsabilidad, por mencionar algunas de las condiciones que hacen vigorosa una democracia.
Sobre todo, cuando se vive entre agoreros, carroñeros y eunucos políticos. Todo ello, por el grave y oprobioso problema que ha representado sobrevivir en Venezuela. Pero sin la menor condición de decencia, consideración y tolerancia. No tanto por efecto de alguna medida de coerción que pueda imponer el poder. Sino por obvia naturalidad. Por eso, puede inferirse de todo lo señalado y explicado que: ¿ciudadanía? No hay…