Seguimos en la sala de espera
Hay un aire confuso. Se extiende a naciones y a personajes que viven el incidente en pleno combate. Hay esquirlas y cicatrices por el bombardeo emocional que cayó como una granizada turbulenta. Día tras día se vive un episodio nuevo y corren las versiones con un ahínco demoledor. Quienquiera obviar la realidad, resulta sorprendido en la esquina con una casual ráfaga de noticias impropias.
Nada pasa en Venezuela. Parece una sentencia convencida y el tamborileo de los dedos en el mesón de las discusiones se hace interminable. Mientras, medio continente sufre de retortijones de dolor, con exclusivas diarias sobre desmanes que sobrepasan lo inconcebible. Chile y Colombia siguen avivados por sus protestas sociales. Cuentan con itinerarios al detalle para desmoronar el sistema.
En el país austral, el Banco Central hace sus maromas para disminuir el alza del dólar. Inyectará recursos esta semana y evitar así el desplome de la economía chilena que parece irreversible para el año entrante. Ha subido más de 120 pesos por unidad y, pese a ser ejemplo del manejo acertado de la inflación, se espera que las cifras aumenten para 2020, aunque se inventen tabuladores fantásticos o se busque a un prestidigitador para ocultar la verdad.
Las protestas continúan en las dos naciones que parecían más estables en Sudamérica. Muchos hacen chanza al decir que el Guasón se le escapó a Batman y tiene escamoteadas a esas dos repúblicas, que ríen de dolor y aplauden su propia destrucción.
Un antropólogo chileno tuvo una asertiva visión de los acontecimientos. Pablo Ortúzar detalló, en un texto exquisitamente escrito y con una visión extraordinaria de tan complicada realidad, el método rancio de unos para conflictuar a una nación entera. “Los encapuchados que quemaron el Metro, y que siguen quemando la mitad de Chile, lograron poner a una masa de manifestantes pacíficos entre ellos y las fuerzas represivas. Y usarlos como una especie de escudo humano”.
“Mientras haya carabineros, manifestantes y delincuentes en las calles, la violencia no va a parar”, acierta en su análisis y explica que existe una posición generalizada, sobre todo en los jóvenes, de que ““sin la violencia, no habríamos conseguido nada”. Teme que las balas puedan despertarlos de este sueño. Reconoce que el sistema democrático le falló a las esperanzas populares.
Similar situación sortea Colombia. Hasta una reconocida “influencer” está siendo juzgada, por propiciar actos vandálicos de forma poco atinada, al mostrar en las redes sociales con un orgullo soberbio, sus destrozos a la propiedad pública.
Pero el presidente Duque logró un acierto el jueves de la semana pasada. En la convocatoria a paro no se generaron saqueos. La vigilancia extrema y el saber por dónde irían los golpes le previno un tanto. Este hecho no asegura una paz en esa nación. La violencia sigue viva. Las conversaciones con quienes propician estas detenciones de la acción laboral cayeron en saco roto y más ahora, con el fallecimiento de uno de los manifestantes.
A diferencia de Ecuador -que su mandatario se puso la escafandra de la sobrevivencia y no se hundió en su propio océano de disturbios, llegando a un acuerdo y eliminando sus anuncios de tajo- en Chile y Colombia no ha servido de nada el derogan las medidas económicas previas, pues han surgido otras exigencias antiguas más complicadas de solucionar con la rapidez necesaria para calmar las angustias.
Pero en Venezuela sucedió recién lo inimaginable. La semana pasada se vivenció el primer “Black Friday” en una nación con los bolsillos apretados y el hambre en abundancia. De por sí, somos expertos en hacer filas interminables y en esperar cualquier oferta insondable. Fue una ocurrencia de los empresarios para levantar sus ventas desplomadas. También una concepción perfecta para la dictadura y dar ese atisbo de normalidad inexistente.
La otra noticia sorpresiva fue la salida de Humberto Calderón Berti como embajador en Colombia por el gobierno interino. Variadas hipótesis se tejieron, sin rendir tributo a la credibilidad. Eso desmoralizó a muchos, germinando mayor pesimismo al ya contenido en las distintas expresiones de estos días.
La batalla continúa. No nos podemos rendir en plena contienda y con tantos argumentos convincentes. El subsecretario interino de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Michael G. Kozak, viajará en estos días a Colombia a participar en una reunión del Tiar, tratar asuntos para aumentar la presión sobre el régimen de Maduro y continuar el camino a la restauración de la democracia en Venezuela.
No es fácil enderezarnos el humor y acuñar la salida de inmediato. Pero la libertad no se nos va a escabullir. Ya el escenario es propicio, pese a nuestra propia incredulidad. De nada nos sirve desmeritar a todo el que se cruza a nuestro paso y caer en el letargo de que nada va a suceder. Las grandes hazañas se conquistan cuando el enemigo se siente triunfador; cuando la derrota parece inminente. Sigo viendo un camino amplio y todo puede cambiar en un tris. Hasta los protagonistas y sus métodos.
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
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@Joseluis5571