Por favor, España ¡quiéreme!
No, no es un despecho… es contigo España. ¡Quiéreme! Disertar sobre el tema migratorio no es tarea fácil. Los venezolanos nos acostumbramos durante décadas, siglos, a recibir, a dar la bienvenida a un sinnúmero de inmigrantes quienes en su mayoría lo hicieron (¿cuándo no?), por necesidad. Es digno de mencionar que por razones obvias, conquista y colonización, la corriente migratoria española comienza desde el momento en que el Almirante viajó a esta “Tierra de Gracia” en 1498, y no culminó con nuestra independencia de la Madre Patria, lejos de eso, aumentó.
Revisando el tema me topé con una tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid titulada “La Emigración Española a Venezuela de 1850 a 1960” de María José Fernández Morales. No pretendo resumir tan extensa y formidable obra. Solo quisiera hacer mención puntual a parte de su contenido.
En primer lugar, las fechas. Para 1850 ya éramos República… por su parte España, durante toda la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX siguió siendo, como siempre, un país esencialmente agrícola. Venezuela, aún con sus inconsistencias y variaciones de gobierno a gobierno, pretendió y, en cierta medida, logró realojar a grupos de emigrantes españoles, entregándoles parcelas para el cultivo y producción. ¿Por qué se detiene la autora en 1960? España comenzaba tarde, pero segura, la era de la industrialización. No es hasta 1964 en que el flujo migratorio español hacia las américas, y en particular Venezuela, se detiene por primera vez, “el saldo transoceánico por vía marítima fue negativo”. Desde entonces, los españoles dirigirían su mirada dentro de su propio continente a la hora de decidir emigrar.
Hay todo un capítulo sobre “emigración clandestina”. ¡Imagínense! Los cubanos no fueron los primeros en emigrar en embarcaciones rudimentarias. En palabras de la autora, “se van a plasmar relatos, a veces apasionantes, de cómo un gran número de personas deciden emigrar a cualquier precio, yéndose en barcos veleros sin apenas provisiones y a merced de la suerte”.
El proceso de integración tiene mucho que ver con aquello de conseguir trabajo. Dice un entrevistado: “Yo llegué sin papeles ni nada y empecé a trabajar de vendedor ambulante por las calles de Caracas… yo lo único que quería era salir adelante…”. Se toca también el tema de las Órdenes Religiosas y digo yo, como “nativo” venezolano, ¿Cuántos de nosotros no fuimos “criados” por religiosos españoles, emigrantes al fin y al cabo? Crecí oyendo varios acentos de la Península, pero sobre todo, siendo Ignaciano, el vasco ¡Joder!.
Sobre las remesas, en principio, casi todos tienden a enviar dinero a España, no solo porque haya quedado algún familiar cercano, algún lazo afectivo, sino porque en gran medida pensaron en regresar, en el retorno… para muchos, ese presagio se cumplió.
La autora hace un viaje exploratorio a Venezuela en 1990 “…importantísimo para poder tener una visión de conjunto de lo que en sí significó la emigración española a ese país”. Continúa escribiendo, ese mismo año, en plena “Cuarta República”, cuando éramos felices sin saberlo y cuando ni siquiera nos podíamos imaginar lo que se nos vendría encima… “donde es frecuente encontrar venezolanos con familiares españoles. Puede afirmarse que España está muy presente entre los venezolanos”. Y es que, ¿Quién en Venezuela no tiene algún familiar español? Algunos tan cercanos como sus padres, otros en algún lugar de su árbol genealógico.
Acaso, ¿Algún día podrá alguien leer una tesis de la Universidad Central de Venezuela (UCV), titulada “Emigración Venezolana a España de 1998 a…”?
España, no nos mires como lo hace un nuevo rico con sus antiguos amigos y vecinos del barrio… No es de ahora. Siempre te hemos querido. Quiérenos tú a nosotros en este momento que te necesitamos. No te limites a recibirnos por el “qué dirán” el resto de la comunidad de naciones. Recíbenos bien. Con “cariño”.
Un venezolano