Maracaibo a oscuras
Regresar a la tierra natal siempre es un reencuentro. El pasado descansa ahí esperando el momento de volver a despertarse. Volver hoy a Maracaibo es un acto de valentía emocional. Al pisar su suelo instantáneamente se percibe la agonía de una ciudad. El aeropuerto de Maracaibo luce igual que hace un par de años, ahora con un poco más de maleza y su infraestructura gastada.
Al entrar desfilan los funcionarios de los distintos cuerpos vinculados a la entrada y salida de personas al país, migración, DGCIM, policía del Estado, y Guardia Nacional, hacen su acto de presencia desde el primer momento. Luego el SAIME y finalmente salir al pequeño caos del área de llegada.
La ciudad luce agotada, inmóvil. “¿Cómo está la gasolina? ¿Qué tal la electricidad? ¿Está llegando el agua?”, son las preguntas que se asoman mientras se transitan las calles desiertas en plena tarde de un día laboral. Las respuestas son calmadas, pronunciadas por quienes ya parecen tener la situación controlada, no hay exaltación ni rabia, más bien confianza y algo de resignación. Sí, en medio del caos cada uno va encontrando su rutina, se resuelve el día a día, y mientras tanto el tiempo va pasando. En la medida que se va conversando con quienes habitan la ciudad la sensación es la misma, una especie de espera resignada se mezcla con una fuerza esperanzada que impulsa a seguir hacia adelante.
Esa esperanza es el primer paso para el cambio, pero ésta no es suficiente. La esperanza debe ser energía para la acción, y para que entre una y otra haya una conexión debe existir la conciencia de poder actuar. Pierre Teilhard de Chardin (1881 – 1951), sacerdote jesuita y filósofo, señalaba que lo que diferencia a los humanos de las demás especies es la conciencia de si mismo. Thomas Merton (1915 – 1968) coincide con esa visión: el hombre es tal en la medida que adquiere conciencia de sí mismo. Para ambos pensadores no sólo esa conciencia es la que define al ser humano, sino es lo que marca la diferencia entre sobrevivir y vivir. Así pues, la conciencia personal es la esencia de ser humano.
Una vez que se tiene conciencia de uno mismo es posible adquirir la noción de la capacidad de actuar como medio para generar un resultado, uno que vaya más allá de la inercia. Los animales repiten sus acciones por instinto, como consecuencia de un proceso evolutivo, pero pocas veces son conscientes de las posibilidades de generar un cambio. Basta pensar en la docilidad de tantos animales sometidos por costumbre al hombre, sin conciencia de su fuerza naturalmente superior a la de quien lo oprime. En ese sentido, en la medida que los humanos pierden la conciencia de si mismos, de sus posibilidades de actuar para obtener un resultado distinto, en esa medida se alejan de su propia humanidad.
Los regímenes totalitarios buscan justamente esa inercia. Su principal tarea es apartar cualquier posibilidad de autoconciencia individual, y por lo tanto de creer en la propia capacidad para generar un cambio. Sin esa noción se pierde también el sentido de cooperación. ¿Para qué cooperar sino se prevé un resultado distinto? Al final sólo queda la sobrevivencia, actuar para sobrevivir.
En Maracaibo se respira algo de ese aire, aunque miles aún dan la batalla de intentar generar un cambio, bien sea desde el emprendimiento privado o desde la resistencia intelectual y política. A nivel colectivo la anomia parece ir ganando cada vez mayor terreno.
Maracaibo es una ventana de Venezuela. Para algunas regiones es una realidad actual. Para Caracas puede ser el futuro. En la medida que el venezolano pierda la noción de la posibilidad de algún cambio, mientras la sobrevivencia supere el sentido de progreso la anomia irá ganando terreno.
El objetivo de todo régimen opresor es someter, y su máximo logro es cuando el sometido se convence a sí mismo que nada puede hacer para cambiar su situación. En ese punto ya no son necesarios los barrotes ni el garrote. La manera de contrarrestar esa situación es manteniendo la autoconciencia individual, como ser capaz de generar cambios, y a partir de ahí coordinarse con otros más, para finalmente actuar.
Twitter: @lombardidiego