Ficción de Navidad
En días pasados, asistimos a una extraordinaria reunión de trabajo en torno al presente y el futuro de la industria petrolera venezolana. Siempre hay espacio para la reflexión en medio de las tempestades, lo cual eleva el compromiso adquirido en esta desigual lucha contra la dictadura.
Antes de entrar en la discusión, el ponente culminó con dos oportunas citas: la de Juan Pablo Pérez Alfonzo, relacionada con el V Plan de la Nación, el de la destrucción, y la de Ahmed Zaki Yamani, quien – aseguró – hubiese preferido que los saudíes tuviesen agua antes que petróleo. No obstante, luego de constatada la inverosímil catástrofe en la que nos encontramos, nos satisfizo conocer las propuestas de sendos expertos en la materia para el corto, mediano y largo plazo de la era post-socialista.
Inevitable fue el de invocar las cada vez más remotas navidades asociadas a los esplendores petroleros, aunque – fue citada, exhibida y explicada la gráfica – el mayor ingreso per cápita que tuvimos, corresponde a agosto de 1977, aminorando a través de los años y, en el presente siglo, todavía distante a las cifras históricas, muy apenas recuperado con el barril a $ 100. Dijimos no percatarnos del fenómeno, prosiguiendo con un despilfarro demencial hasta que el llamado chavismo, propio de una mentalidad ultrarrentista, lo llevó a las dimensiones siderales de un populismo irrepetible por las condiciones históricas que lo produjeron.
Recordamos y encontramos, removiendo viejos papeles en casa, una ilustración de Pancho para El Nacional (Caracas, 06/03/1976), en la que el jeque Yamani refleja el aprovechamiento del intenso invierno de los países consumidores tan dependientes de la OPEP, como ahora no ocurre. Cada festividad decembrina en Venezuela, significaba el aumento significativo de las colocaciones de un crudo que, más tarde, sufragaba nuestras ilusiones de una infinita prosperidad.
Aquellas insólitas festividades, no se compadecen con las de un presente que las simulan bajo un régimen que celebra la aparición de más de un centenar de bodegones en Caracas, al parecer, libres de impuestos, como ejemplo de un bienestar en el que nadie, absolutamente nadie, añadidos sus directos beneficiarios, cree a la vez que la desnutrición ha alcanzado niveles inauditos, tan impensables como deplorables. Por supuesto que la ficción de navidad intentada por los privilegiados del poder, ha fracasado, obligándonos a aceptar, meditar, imaginar y actuar respeto a las realidades que siguen su curso en un país ya definitivamente post-rentista.