En la lona
La versión fundamental de todos nuestros sufrimientos es que somos objeto de un despiadado saqueo de países inescrupulosos y sus poderosas transnacionales. Siempre ocurrió así y Eduardo Galeano elaboró estéticamente la tesis en un ensayo que todavía recorre al continente, como si fuese toda una novedad. Sin embargo, la experiencia venezolana desmiente el fenómeno.
El imperialismo estadounidense, por ejemplo, sin que califiquen como tal China y Rusia tan desalmadas, sólo desea con fervor y desesperación nuestros recursos naturales, por supuesto, siendo fundamental el petróleo, como puede ser el hierro, la bauxita, el coltán, etc. La sociedad competitiva de la información y del conocimiento estratégico, no está hambrienta de nuestro capital humano, sino de la abundancia de una naturaleza privilegiada, biodiversa, que sólo se pelea a través del leninista campo de batalla, pues, el mercado bursátil es un dato ornamental.
Ocurre que cada vez más, Estados Unidos no requiere de nuestro petróleo, sin considerar las fuentes alternas de energía que aceleran su aparición, arrinconándonos. Poco importa que el discurso a lo Galeano pierda vigencia, pues, el dogma dice legitimar a la dictadura de estas latitudes.
Surgida de un contundente golpe propagandístico que incluyó el desnudo parcial la chilena Mon Laferte avaló el saqueo de una panadería que, por sus precios, la robó por años. No sabe o no quiere saber de la suerte del pan de trigo en Venezuela, luego de las masivas y violentas “expropiaciones” que agravaron el problema de consumo, pero ese debate – además, ideológico – es mejor no darlo, acá ni allá.
Lo peor es que, en 1999, la dictadura por entonces enmascarada, recibió a Pdvsa como una de las más importantes y eficientes empresas del mundo y, ahora, cuenta con una baja producción diaria de barriles, asfixiada por los aún confidenciales acuerdos con terceros países. La ha saqueado la propia dictadura y sus prohombres, y no por casualidad está ocurriendo con el oro y otros de los recursos naturales que entran en un circuito criminal de realización de la mercadería, literalmente criminal al escenificar sendas masacres en las comunidades – faltando poco – indígenas, para dejar al resto de los venezolanos en la lona.