Dictadores megalómanos
La megalomanía de los dictadores es de tal profundidad que en cuanto se sientan y empiezan a gobernar, las ambiciones y sueños de grandeza los oprimen. Es aquí, desde el poder, que manejan a su antojo y con la aquiescencia de sus lacayos que se lanzan a denostar sin límite alguno a sus adversarios, y a todo aquél que no se pliegue a sus designios. De esta manera, muestran su verdadera catadura como gobernantes y más temprano que tarde, la ambición contenida se desborda; su período en el poder les parece poco para tantos sueños de grandeza, y obras faraónicas que plantean construir.
En la película El dictador, Charles Chaplin interpreta a dos personajes que son físicamente iguales. Uno, el dictador totalitario de un país que se identifica claramente con la Alemania Nazi, y el otro, un barbero judío que ha quedado en coma y sin memoria en la Primera Guerra Mundial y que cuando despierta no entiende nada de lo que está pasando. Por habilidad del guionista de la película, el discurso que debía pronunciar el dictador a las tropas asignadas para invadir un país termina dándolo el barbero judío. Este discurso es uno de los tantos alegatos contra el poder descontrolado, así como una enumeración de los males que aquella sociedad padecía y que el mundo político no ha sabido, o no ha querido, resolver del todo, en casi ninguno de los casos.
El protagonista recibe muchas peticiones para que controle el estamento político y social de Alemania y el mundo, pero él las rechaza y prefiere las libertades a través de la democracia. A continuación, copio para ustedes, mis estimados lectores, la respuesta del barbero judío en el monólogo final de la película: «Lo siento. Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles”.
“Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura”.
“Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros. Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano”.
“El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará, y, así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados, no luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. Vosotros los hombres tenéis el poder, el poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán”.
“Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia y el progreso nos conduzcan a todos a la felicidad. Soldados; en nombre de la democracia, debemos unirnos todos«.
Este abreboca discursivo. hoy más vigente que nunca, me sirve como introducción para expresarles mis mejores deseos porque en estas navidades, el niño Jesús regale a sus hogares y a Venezuela entera, el cese al sectarismo, mayor entendimiento y tolerancia, pero, sobre todo, paz, reconciliación y reencuentro para toda la familia venezolana ¡Feliz Navidad!
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE