Camarada en fuga
“Camaradas, el único plan de producción que se está cumpliendo es el plan de asesinatos, arrestos, persecuciones, saqueos y tierra arrasada”. Esta es una trágica frase usada por los marxistas, a lo largo de la historia, y que es analizada por el escritor Víctor Serge, en su novela: El caso del camarada Tulayev. Serge fue marxista-leninista, revolucionario y activo participante del proceso revolucionario ruso. Después enfrentó abiertamente al estalinismo por lo que fue obligado a abandonar la Unión Soviética y, como tantos otros revolucionarios, falleció en el exilio mexicano.
Empecé a leer a Serge por recomendación de un viejo amigo, comunista como mi padre, a quien agradezco la sugerencia que me llevó a descubrir a este escritor de fina pluma, quien vivió acorde con lo que pensaba y que, a pesar de la persecución de Stalin, siguió creyendo en la humanidad y defendiendo sus creencias. La condición de apátrida no solo marcó la existencia de este escritor, periodista y agitador político que vivió y relató algunos de los episodios más significativos de la primera mitad del siglo XX y lo hizo con fuerza literaria y una ética perdurable.
El caso Tulayev es una de las narraciones más precisas sobre el funcionamiento de la maquinaria represiva del régimen estalinista, incluyendo una parte dedicada a la actuación de los agentes soviéticos en el bando republicano durante la Guerra Civil Española. Víctor Serge observó con estupor la represión ejercida por la policía secreta conocida como Cheka, a la cual definió como una inquisición de procedimientos secretos. Modelo que ha sido copiado por los gobiernos que usan la represión como mecanismo de preservación del poder. Muy temprano, el escritor y periodista se dio cuenta de lo que representaba Stalin y, de hecho, fue el primero que habló de la URSS como un Estado totalitario.
En otra de sus novelas, Memorias de un revolucionario, Serge habla de la represión que sufrieron los agricultores zaristas. Afirma que no se debe olvidar nunca que un ser humano es un ser humano, no importando que sea un enemigo de clase o hijo o nieto de burgués y que olvidarlo es lo más indignante y anti socialista que existe. En este libro de memorias, en las que la experiencia autobiográfica se inscribe en la historia, resultan estremecedores los pasajes en los que relata los asesinatos estalinistas. Era lamentable el giro que había dado la revolución. Él se resistió a la desesperanza y continuó trabajando a favor del respeto al ser humano y, ejerciendo su libertad de pensamiento, denunciando la represión y las mentiras del régimen.
El miedo y la represión juegan un papel importante en las alturas del poder totalitario. La premisa de la historia en la obra de Víctor Serge es la misteriosa muerte a tiros de un jerarca del partido, pero el libro es realmente un análisis preciso y brillante de los engranajes de un sistema totalitario. El camarada Tulayev, nombre ficticio, es asesinado una noche de febrero al bajar de un coche oficial cuando visitaba a su amante. El dedo que aprieta el gatillo es el de un joven identificado como Kostya, persona sin agenda política, más allá que su desencanto con el sistema.
Salta a la vista que la muerte violenta de Tulayev tiene por modelo el asesinato de Sergéi Kirov, ocurrido en 1934, y del que Stalin se sirvió como pretexto para su cruenta operación de exterminio. El personaje que dispara sobre Tulayev comete el atentado sin planificación e incluso sin premeditación. El camarada que dispara, dice el escritor, tiene un arma de modo incidental y por casualidad se topa con la víctima, a quien no conoce, pero lo identifica como responsable de deportaciones masivas, entre otros abusos de poder.
La utilización del terror y el miedo como instrumento político es un hecho que aparece en simultaneo con la política. Mecanismo que el régimen chavista ha perfeccionado y utilizado con notable éxito para apaciguar todas las protestas sociales.
En la antigua Roma, Cicerón se preguntaba si para un gobernante era mejor ser temido o ser amado. Quizás la respuesta más cercana sería, mientras que la emoción y la afección por el gobernante son susceptibles de cambios impredecibles, el miedo depende únicamente del cálculo racional de supervivencia de cada uno – el cual es mucho más poderoso y controlable. Esta dicotomía entre ser amado y odiado está intrínsecamente ligada al nivel de represión y miedo que cualquier régimen está dispuesto a alcanzar y esta es una decisión que varía dependiendo del contexto y de los objetivos de cada tirano. En Venezuela, hasta ahora, este nivel se nos presenta como infinito.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE