Muertos, ciegos y torturados
La realidad nos hace tropezar día a día, con un régimen capaz de hacer las peores cosas del mundo. Lo vimos el pasado fin de semana, cuando un aberrado “oficial” de la fuerza armada nacional -en minúsculas a propósito- torturó a un niño con la impiedad propia de los verdugos que le sirven ramplonamente a esa narcotiranía que atormenta a nuestra amada Venezuela. “El teniente Arellano me metió la cabeza en un tobo de agua con las manos en la espalda, me electrocutó y me agarró por la cabeza y me metió una cachetada durísimo que me caí al piso y me agarraron por las orejas y empezaron a pegar la cabeza contra la pared.” Fue la denuncia que hizo, a viva voz, Ricardo Melean, ese muchachito oriundo de la población de San Tomé, un campo laboral residencial ubicado a 14 km de la ciudad de El Tigre, estado Anzoátegui. Peor suerte corrió el joven tachirense Rufo, a quien dejaron ciego después de dispararle una ráfaga de perdigones.
Se que hay quienes de buena fe aspiran encontrar una solución a esta crisis que no tiene par en ninguna parte del mundo, por la via del diálogo. Pero los malandros que tenemos manipulando las instituciones en el territorio nacional y los comandos que dirigen las operaciones en su entorno internacional, no son obviamente, de talante democrático. Son criminales. Eso es lo que hay. Esa es la realidad. Y esa cruda verdad no se puede confundir dejándonos llevar por las ingenuas buenas intenciones.
Por esas razones es que se le ha insistido a la comunidad internacional que respalda la lucha del pueblo venezolano, que es hora de articular acciones específicas y más eficientes. No estamos limitándonos a esperar que la solución venga como “por arte de magia” desde el exterior. Como prueba que demuestra todo lo contrario, se ve a una ciudadanía luchando, sin tregua y sin recular ante los más variados métodos represivos, para empujar en las calles, la esperanza de derrumbar esa estructura delincuencial que encabeza Maduro, quien infructuosamente trata de confundir a la opinión pública. Pero ese es un esfuerzo perdido, porqué tanto adentro como en el ámbito internacional, se ve claramente que está sólo, que nada más cuenta con sus anillos de seguridad y con los acólitos de una desnaturalizada revolución que sólo sirvió para arruinar a los venezolanos, mientras una clase se enriquece a manos llenas.
El pasado 16 de noviembre, miles de venezolanos salieron a las vias públicas en todo el país, en señal del repudio creciente contra el narcotirano, quien controlaba a control remoto desde una cueva en Fuerte Tiuna, la desoladora concentración de sus conmilitones que no lograron superar las tres mil personas, a pesar del derroche de dinero, más las presiones a los empleados públicos y la caravana de autobuses que se desplazaban vacíos por las carreteras rumbo a Caracas, donde en contraste, otra vez, miles de ciudadanos pisaban el asfalto, como homenaje póstumo a los jóvenes asesinados por Chávez y Maduro.
Es hora de ultimar las diligencias para que se active el TIAR, apelando a todas las opciones que ese ente contempla. Es hora de debatir en el seno de la Asamblea Nacional, la viabilidad de lo que está estipulado en el artículo 187, numeral 11, de nuestra Carta Magna. Ya se ha esperado demasiado, se perdió un tiempo de oro en falsos diálogos y en amagos simulados de negociaciones para una fantasmagórica transición.
No se puede titubear en momentos en que hay que tener temple para tomar decisiones. De lo contrario, seguiremos perdidos en la incertidumbre y bien sabemos que los operadores de la tiranía no “deshojan la Margarita”, sino que aprietan el gatillo y tensan la cuerda para terminar de ahorcar la fe de nuestra ciudadanía.