Juegos de calle
Por influjo de los consabidos acontecimientos bolivianos, la movilización del sábado 16 de los corrientes adquirió un propósito distinto al originalmente planteado. En incontables oportunidades, se pidió una mayor e indispensable precisión de los objetivos del evento, sin que se recibiese la debida y necesaria orientación política del convocante.
Infladas las expectativas, simplemente no se cumplieron, y quedan en pie otras convocatorias que sólo el azar y nada más que el azar, puede satisfacer. Ojalá que ocurriese el milagro, como ha acaecido varias veces en la historia universal, pero la sola apuesta desmiente la concepción y eficacia misma de una dirección política que no sabría qué hacer con las consecuencias de un hecho clara y hasta ontológicamente fortuito.
La conducción opositora la ha ejercido y monopolizado la dirección de la Asamblea Nacional que hace caso omiso de otros actores, en un parlamento que tampoco debate ni ha debatido el punto hasta atreverse a diálogos confidenciales, sin autorización del cuerpo. Esta sola circunstancia apunta no sólo a una demanda de unidad, sino de real transparencia y sobriedad, generando dos fenómenos adicionales.
El uno, el vil chantaje, pues, se ha tildado de traidor a quienes no fueron o no vayan a las marchas, concentraciones, o cualesquiera otras iniciativas, tal como fueron tildados de traidores a quienes no sufragaron en las elecciones regionales y municipales, aunque el tiempo les dio la razón. Vale decir, el fracaso, una y otra vez, se debe a la ciudadanía que ha dejado el pellejo en las calles, relevada de toda responsabilidad la dirección política, así se evidenciara – recientemente – la llegada al Fuerte Tiuna de un grupo de estudiantes, gracias a un pacto previo revelado por los mismos represores en medio del suceso.
El otro, la suplantación de la propia dirección por sus afanosos intérpretes que jamás argumentan, sino repiten mecánicamente las consignas. Algunos, con una candidez que comprendemos y asumimos, a la vez que otros por el enlace con los intereses de una operación o proceso que les promete, por ejemplo, la posibilidad de un rectorado en el CNE pactado con la dictadura, jugando a la calle para presionar y negociar.