Humberto Calderón Berti
«Prefiero una bofetada a una descortesía» Emile Cioran
Estas consideraciones no son un panegírico ni un elogio de Humberto Calderón Berti (HBC), no los necesita… su intachable hoja de servicio como servidor público habla por sí sola. Aclaro que nunca he comido ni bebido con él, sin embargo, existe una afinidad, un afecto, que proviene de nuestros orígenes trujillanos, el de mi familia paterna de Escuque, el suyo de Boconó, de paisanos.
A HBC lo conocí muy joven, recién llegado de París. Fui invitado a participar en las deliberaciones de la Comisión Presidencial para la Reversión Petrolera, me sorprendió su capacidad para formar equipo, para motivarlo, su natural bonhomía, su buen carácter y su tolerancia ante la opinión divergente.
Como Ministro de Energía y Minas, uno de los mejores, al decir de sus colegas, tuvo también ocasión de representar al país en la OPEP y de presidirla, dejando una estela de respeto y reconocimiento por parte de sus pares, en especial, de los ministros de petróleo árabes, incluido el saudita Yamani.
Lo volví a encontrar cuando fue nombrado Presidente de Pdvsa – Calderón el Breve lo llamaron -. Años después me enteré de que algunos directores de Pdvsa pensaron que mi ingreso a la casa matriz fue obra suya, nada más alejado de la realidad. Llegué de la mano del General Alfonzo Ravard. Nuevamente tuve oportunidad de verlo en escena, moviéndose prudentemente en un ambiente poco propicio para los políticos.
No supe más de él hasta que volvió al plató público como Canciller, en un genuino intento de Copei por fortalecer la institucionalidad amenazada por la sangrienta intentona golpista de Hugo Chávez. Nuevamente fue breve su estancia, aunque otra vez dejo renovados afectos y huella.
Entiendo que exitosamente se dedicó a la actividad empresarial, tanto como consultor como promotor de la exitosa empresa Vepra Energía en Colombia. Afortunadamente, tuvimos la ocasión de vernos la cara nuevamente en un foro organizado por el CELAUP y COENER en la UNIMET, donde compartimos tarima y un caluroso saludo.
Entiendo que ha sido mi lector desde aquellos lejanos años de principio de los 80, cuando con el apoyo de la editorial de Randy Brewer publiqué el libro Petróleos de Venezuela: la culminación dl proceso de nacionalización, muy usado en los programas de formación corporativa de los ejecutivos petroleros.
Para mi sorpresa, a raíz de un artículo sobre la incomprensible intolerancia política que se vive en España recibí en mi casa de habitación en Salamanca una muy cordial llamada suya para felicitarme y comentar el texto de marras; largo hablamos de los viejos y de los nuevos tiempos, fue muy grata la conversa.
Mucho me regocijé al enterarme de su nombramiento como nuestro legitimo embajador en Colombia; amigos y colegas venezolanos y colombianos me comentaron muy positivamente su labor en estos difíciles tiempos de diáspora indiscriminada de los sufridos súbditos bolivarianos. Mucho me sorprendió. – estupefacto quedé, dicho en correcto castellano – al conocer su descortés destitución. Ya había hablado telefónicamente con él por temas familiares, luego lo llamé para expresarle mi afecto y solidaridad ante esa incomprensible decisión.
Entiendo que se está forjando una nueva forma de gobierno: la novísima Diputocracia, con el objetivo de darle trabajo a los desocupados diputados obligados a exiliarse por la venganza socialista. Sin embargo, aquellos que procedemos y creemos en la Meritocracia, esperamos que por bien de la imagen del gobierno en que tanta esperanza ha puesto el colectivo venezolano, se reflexioné mucho para conciliar juventud y experiencia política. En todo caso, es conveniente recordar las sabias palabras de Víctor Hugo:
En los ojos del joven arde la llama; en los del viejo, brilla la luz.